San Ildefonso en el Tiempo | La Compañía de Jesús

La restauración de la Compañía de Jesús y su retorno a la Nueva España: Una lectura geopolítica

¿Por qué han sido destruidos los depositarios
de las gracias de Roma y Atenas, esos excelentes
 profesores de humanidades y quizás de humanidad,
los antiguos reverendos? La educación va a recibir
menoscabo. Pero como mis hermanos los reyes
católicos, cristianismos, fidelísimos y apostólicos
[Los reyes de España, Portugal, Francia y la
emperatriz de Austria] los han expulsado, yo, rey
herético, recojo todos los que puedo y tal vez van
a cortejarme para conseguir algunos de ellos.
Yo conservo la raza, y le decía el otro dia a
los míos: a un rector como vos, padre, bien
puedo venderlo en 300 escudos, a vos, padre
provincial, en 600, y a los demás en proporción. Cuando
uno no es rico, hace inversiones especulativas. 

Federico II El Grande, rey de Prusia

 

Providencias para el extrañamiento de los jesuitas: Real decreto del 27 de febrero de 1767
©️ Universidad de Almería, España

Cuarenta y nueve años pasaron desde el Real Decreto de Extrañamiento ordenado por el monarca Carlos III en 1767, con el cual se expulsaba a la Compañía de Jesús de todos sus territorios cuando los jesuitas volvieron a la Nueva España en 1816.

Se han revisado los procesos y las consecuencias de aquel acto en el que, sin duda, se fragmentó un proceso cultural que dejó al descubierto la importancia y el papel estructural que tuvo la educación impartida en los colegios jesuitas para la sociedad novohispana, sin dejar de lado las actividades, espacios y niveles que alcanzaron sus integrantes.

Si se pretendiera explicar de modo sencillo cuál fue la causa de la expulsión, la respuesta se dividiría de dos maneras: de modo simple, porque su majestad lo tuvo a bien, o la más compleja, que se remite al contexto histórico del siglo XVIII.

Desde 1750, la monarquía española intentó redefinir sus fronteras al interior de la parte sur del continente americano. En la cuenca del río Uruguay, los jesuitas contaban con un asentamiento de siete misiones, en las que se trastocaban los intereses de los fazenderios —hacendados portugueses— que iban a la captura de indígenas para someterlos a esclavitud. España tomó la decisión de evacuar aquellas misiones, hecho que desencadenó una rebelión de indígenas guaraníes que acabó hasta 1756, y que marcó precedentes que más tarde serían de utilidad para ser usados en contra de la Compañía.

A los jesuitas se les incriminaba por controlar el mercado de perlas del golfo de California; por hacer la introducción del cultivo de vides para la producción de vino, y por tratar de replicar el esquema  sudamericano, situación que no fue del agrado de la corona española.

El pacto de familia que mantenían los gobernantes de la Casa de Borbón fue otro factor que se adicionó a la expulsión, pues Portugal tenía comprobadas las razones del rechazo jesuita y los sacó de sus territorios desde 1759. En Francia, Luis XV ordenó el extrañamiento de sus territorios en 1762 y, en 1764, les impuso la secularización. Apenas cinco años más tarde, Carlos III de España expidió el bando de expulsión. La acción en cadena fue ejecutada con un claro consenso de los implicados, con la única finalidad de ejercer el poder absoluto en sus territorios.

El cuarto voto de la orden nunca fue algo que el poder terrenal de los emperadores occidentales aceptasen de buena manera. Las prebendas, beneficios y mercedes concedidas por el papa tamizaron de cierto modo las fricciones que sucedían, como la del Patronato Real a los reyes hispánicos para tener injerencia en los asuntos internos de la orden. El patrocinio concedido a los jesuitas les obligaba a rendir cuentas.

Desde ahí se puede entender con mayor claridad que una de las primeras exigencias fuese la entrega de todos los libros de cuentas, como se le exigió al rector del Colegio de San Ildefonso el 26 de junio de 1767. Quizá pensaron que en el interior de las aulas y dormitorios había bodegas repletas de dinero; sin embargo, las juntas de enajenación y el tiempo les demostrarían que todos los recursos y bienes materiales de la orden estaban invertidos en el funcionamiento de colegios, misiones, hospitales e iglesias, espacios de acción de la sociedad novohispana.

El absolutismo ejercido en el siglo XVIII no daba pie a una sola concesión y no estaban dispuestos a convertirse en patronos o beneficiarios de una orden que, a ojos de los monarcas, no tenía razón de ser, pues ellos ostentaban todo por mandato y derecho divino.

La presión que las casas gobernantes ejercían hacia el papado se dejó sentir con más fuerza para exigir que la orden jesuita fuera suprimida. Clemente XIII resistió a los embates, situación que no sucedió con el ascenso a la silla de San Pedro del papa Clemente XIV, quien no expresaba simpatía hacia los ignacianos y no tuvo reparo en ceder a la anulación.

Quizá los métodos educativos jesuitas eran obsoletos ya para el siglo de la Ilustración, lo cual fue otra causa del desprestigio de la Compañía, pues no hay que olvidar que durante la primera centuria del siglo XVIII se dio un gran auge a la recopilación de información, estudios e investigaciones de carácter científico, las cuales demostraban el sentido de renovación constante que los jesuitas aplicaban a su metodología educativa.

Los misioneros recopilaban información detallada sobre temas como astronomía, geografía, botánica, meteorología, etnografía y antropología, los cuales revisaban e imprimían en San Ildefonso, al contar con la autorización de tener su propia imprenta. El programa de renovación educativa estaba por ser ejecutado en el momento que se dio la expulsión, de ahí que las publicaciones de los jesuitas novohispanos se hicieran en el exilio. En ellas se manifiesta un claro sentido de criollismo y un reconocimiento de las riquezas de los territorios del virreinato.

Bula del Papa Pío VII @ Archivo de la Sociedad Jesuita Romana

Los ojos estaban puestos en la Compañía de Jesús desde tiempo atrás, solo bastaba encontrar una razón para sumar el cúmulo de discrepancias y rencillas. El motín de Esquilache y la lealtad de la orden profesada al papado —derivada del cuarto voto— hicieron que España viera en los jesuitas al adversario ideal, pues el reformismo ilustrado apostaba por un replanteamiento al dar mayor peso a los poderes de la corona por sobre los de la curia romana y, en un conveniente jansenismo, iniciaron una campaña anti jesuita.

De la Pragmática sanción de 1767, pasando por la promulgación de Dominus ad Redemptor de Supresión de Clemente XIV en 1773, hasta la Sollicitudo Omnium Eclesiarum y su establecimiento por Pío VII en 1814, trascurrieron 47 años en los que el mundo occidental transitó hacia un cambio de pensamiento. Se cuestionó, sobre todo, la indolencia del poder absolutista de los monarcas y los argumentos sobre los que se sostenía; pronto se percatarían que aquellos que gobernaban al pueblo, pero sin el pueblo, podían ser derrocados.

Fue la Revolución francesa de 1789 el escenario que dio paso a la destrucción del antiguo régimen y que provocó el cambio de mentalidad en la civilización occidental. El ejercicio de la política desde nuevas perspectivas, el pensamiento democrático y de posturas que generaron grupos, partidos, teorías e ideologías que, aunadas al desarrollo y producción industrial, detonaron una nueva era: la modernidad.

Los rancios estamentos imperiales —incluida la iglesia— vieron en ello un nuevo contexto que les evocaba al protestantismo del siglo XVI, el cual pretendieron anular con estrategias  que la Compañía de Jesús les aportó para combatirlo. De lo que no se percataron fue de que el sentido de predestinación divina que dominaban había sido superado por el de la razón, vinculado al pensamiento libre que ya no correspondía al de siglos atrás.

Pero ya era demasiado tarde y el daño estaba hecho. Si bien el restablecimiento de la orden fue por decisión unánime, en el espíritu misionero y en sus colegios estaba la fuerza que la había hecho crecer. Al haber mutilado esa parte, pasaron muchos años para que se restableciera. Sin embargo, su prevalencia ejemplifica la solidez sustentada en el estudio, creación, resguardo y divulgación de saberes que la mantuvieron firme, lo que le valió no solo la apreciación de una sociedad que anhelaba su regreso y que entendía que, gracias a sus instrucciones, le había dado una identidad que no estaba afuera: la más profunda semilla provenía de su interior.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:

  • Bethell, Leslie. Historia de América Latina. Vol. 2: América Latina colonial siglos XVI, XVII y XVIII. Barcelona, Cambridge University Press - Crítica, 1998.
  • Blanning, T.C.W. El siglo XVIII. Barcelona, Crítica, 2003.
  • Decorme, Gerard. La obra de los Jesuitas mexicanos durante la época colonial, 1572- 1767. Tomo I: “Fundaciones y obras”. México, Porrúa, 1941.
  • Lozano Fuentes, José Manuel. Historia de España. México, Cecsa, 1980.
  • Lynch, John. La España del siglo XVIII. Barcelona, Crítica, 1999.

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