Día de San Ildefonso

23 de enero
Día de San Ildefonso


Lo curioso es que, no sólo el pueblo lo siguió llamando de San Ildefonso, sino que de repente en 1653 se le llama oficial y solamente Colegio Real de San Ildefonso, reservando para el Colegio Máximo el nombre de San Pedro y San Pablo. 
Gerard Décorme

La imposición de la casulla a san Ildefonso (Fragmento) 
Hacia 1600, Juan Sánchez Cotán. Óleo sobre lienzo, 156 x 118 cm. Museo Nacional Del Prado.


Cada 23 de enero se conmemora a Ildefonso de Toledo, uno de los personajes más importantes para la conformación de la iglesia católica y para el culto mariano.

San Ildefonso nació en el año 607 y murió en el 667. Fue obispo de la ciudad de Toledo, capital del reino visigodo por diez años (657-667). Cuenta la tradición oral que, en tiempos de Ildefonso, el dogma mariano aún no estaba establecido y que había diversas corrientes cristianas, las cuales tenían conceptos divergentes sobre el nacimiento de Cristo.

El obispo de Toledo, hombre letrado y conocedor de las escrituras, se dio a la tarea de escrudiñar los textos y profundizar para aclarar la controversia; así, creó una Summa teologica con la que argumentó de manera definitiva que la concepción de Jesús fue en santidad y purificación de la virgen. En ese sentido, la actividad del obispo fue poner en práctica el método escolástico, el cual prevaleció durante toda la llamada Edad Media.

En la tradición se dice que, por su labor de fe dedicada al estudio, la virgen María “se apareció en la catedral de Toledo a San Ildefonso un 18 de diciembre del 665, sentada en su trono custodiada por ángeles”, para agradecer con ello la defensa iniciada por el obispo; incluso, el nombre de Ildefonso significa “el que defiende”. Debido a ello se le otorgó la casulla, vestimenta que hasta el día de hoy forma parte del ajuar del clero secular y que se usa en las liturgias. Es así como se encuentra representada en el relieve colocado en la entrada principal del colegio jesuita de la Ciudad de México que diseñó Pedro de Arrieta en el siglo XVIII.

¿Cuál es su relación con los jesuitas?

Si bien la Compañía de Jesús comenzó a existir hacia el siglo XVI, su fundador, Ignacio de Loyola (1491-1556) fue un personaje devoto de la imagen de María, incluso antes de su dedicación total a la vida espiritual. Después de haber dejado el camino de las armas, “se las entregó a la virgen” en el santuario de Manresa en las afueras de Barcelona y durante su vida tuvo varios momentos de arrobamiento místico en los que aseguraba haber visto a la virgen con el niño Jesús en su seno. Debido a esto, el marianismo será un aspecto esencial en la formación, promoción y devoción de la Compañía de Jesús, no solo en el aspecto misionero evangelizador: sus integrantes, en medio del contexto de las guerras religiosas, así como el de la contrarreforma, dieron suma importancia al culto mariano.

¿Por qué se decidió poner ese nombre al colegio jesuita de la Nueva España?

Antes de su creación, existieron varios colegios como el de San Bernardo y San Miguel; sin embargo, era complicado atender y sostener estructuras tan pequeñas, por lo que hacia 1588, por instrucciones del padre general Claudio Acquaviva, se ordenó fusionar los colegios pequeños para crear estructuras más grandes. De este modo, en 1583 se crea el Colegio de San Ildefonso y, en 1588, el virrey Martínez de Almanza le otorga la licencia.

Más tarde, en 1611, por cédula real otorgada por el rey Felipe III se le concedió el Patronato Real para asignar doce becas a estudiantes sobresalientes, mismas que eran entregadas anualmente cada 23 de enero, día del obispo de Toledo San Ildefonso, quien, por su estudio y dedicación, era la imagen ejemplar para todos los alonsiacos reunidos dentro de los muros del recinto. 

Para 1618, el rey otorga una nueva cédula que reúne al Colegio Mayor de San Pedro y San Pablo con el de San Ildefonso, por lo cual fue llamado Real y Más Antiguo Colegio de San Pedro y San Pablo y San Ildefonso; así, los destinos de ambos recintos quedaron sujetos a la misma relevancia institucional, pero también a una mejor estructura administrativa. Sin embargo, con el paso del tiempo, los decesos por epidemias y el descenso en la matrícula los llevó a la reorganización.

San Ildefonso incrementó sus rentas cuando el número de convictores se incrementó de 150 hasta 300 alumnos en los tiempos del padre Escobar y Llamas. Si bien los caminos de ambas instituciones siguieron en paralelo, para las personas era muy común llamarlos, por un lado, Colegio de San Ildefonso y Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, para hacer distinción de cada uno, esto ya desde el año de 1653.

Por lo tanto, San Ildefonso fue un nombre que se relacionaba estrechamente con el estudio, la dedicación a las letras y la generación de conocimiento, para un espacio educativo donde se formaron jóvenes con la misma espiritualidad y pasión por las letras que tuvo el obispo tolentino. 

No bastaba conocer y aprender, había que trasmitir el mensaje con elocuencia, esencia fundamental en el pensamiento jesuita; de ahí que sea posible comprender la claridad de los mensajes y el constante ejercicio de renovación, bajo la estructura establecida hasta el momento de su expulsión casi doscientos años después (1767), por lo que el Colegio de San Ildefonso lleva en su genética estas características que lo convirtieron en el epicentro de la educación, el lugar donde las utopías fueron posibles, consagrado a uno de los personajes más destacados en la cultura occidental: San Ildefonso, obispo de Toledo.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:
  • Bethell, Leslie. Historia de América Latina 3. América Latina colonial: Sociedad y cultura. Barcelona, Cambridge University Press-Crítica, 1998.
  • Décorme, Gerard. La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial 1572- 1767. Tomo I: Fundaciones. México, Porrúa, 1941.
  • Lozano Fuentes, José Manuel. Historia de España. México, CECSA, 1980.
  • Lynch, John. La España del siglo XVIII, Barcelona, Crítica, 1999.
  • Sellner, Albert Christian. Calendario perpetuo de los santos. Madrid, Edhasa, 1994.


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