Maestros Muralistas | Diego Rivera: Obras entre 1934 y 1940

 

Diego Rivera: Obras entre 1934 y 1940


¡Mis cambios demuestran lo fácil que es pintar como Diego Rivera!

Arturo Pani


Diego Rivera, El hombre controlador del universo (Palacio de Bellas Artes, 1934). ©INBAL 


En 1934, Diego Rivera realizó El hombre controlador del universo en el Palacio de Bellas Artes, el cual era una prédica en favor del comunismo: de un lado reunió a Carlos Marx, Federico Engels, Vladimir I. Lenin y a León Trotsky en un blandir de banderas comunistas, sin olvidar a su biógrafo Bertram Wolfe. La escena es una proclama que evoca la IV Internacional que marcha firme contra Stalin. En el lado opuesto aparece Rockefeller: la apología de los excesos del imperialismo capitalista; el hombre al centro puede interpretarse de distintas maneras: el futuro, el progreso, o la paradoja del sometimiento del ser humano a la máquina que lo aniquila.  Terminado el mural de Bellas Artes y la etapa del México de hoy y mañana del Palacio Nacional, Rivera vuelve a la pintura de caballete y realiza piezas dedicadas a personalidades de distintos ámbitos.

En 1936, Diego Rivera aceptó el encargo de la familia Pani para revestir con estilo art decó el hotel ubicado cerca de la Galería de Arte Mexicano y el Paseo de la Reforma, por la suma de cuatro mil pesos, monto que apenas cubría los honorarios de su equipo de trabajo. Sin embargo, Rivera intuyó el costo-beneficio del proyecto, pues esto implicaba publicidad para generar proyectos más ambiciosos. Los murales Las danzas, La dictadura, México turístico y folclórico fueron una oda al sarcasmo y una crítica corrosiva a la visión del arte y lo mexicano: es decir, Diego hace una crítica a la política corrupta y a la opinión pública carente de sustento analítico, no sin cierta fascinación por lo fatuo y el oropel. 

Finalizados los murales, la sorpresa por parte de los dueños del hotel no se hizo esperar: Alberto J. Pani solicitó a su hermano Arturo hiciera unos cambios en la obra, ya que en muchos detalles había referencias a personajes públicos que no resultaban convenientes. La reacción de Diego también fue contundente, su furia provocó el inevitable enfrentamiento, que los llevó a una disputa frente a las autoridades, éstas se enfocaron en afirmar que ninguna obra podía ser modificada (estaba prohibido hacerlo) mientras el nombre del artista estuviera inscrito en la misma. Cualquier cambio estaría clasificado como falsificación. Estábamos en la antesala de los derechos de autor, provocados por una pelea porque un cliente no quedó a gusto. Además del dictamen, se le obligó a Alberto Pani a pagar íntegramente el monto, y Diego Rivera estaba de nuevo en medio de la opinión pública, pero sin muros para realizar obra.

Después del afanoso desencuentro, Diego Rivera continuó haciendo retratos y el indigenismo del fresco se convierte en óleo: escenarios coloristas, vibrantes, llenos de flores y texturas que evocan el olor a tierra, se hacen presentes en la obra de ese periodo del guanajuatense.

Por otro lado, el activismo político que siempre profesó se intensifica, al convencer al presidente Lázaro Cárdenas (quien había comenzado su régimen con un profundo reformismo social, agrario y una política internacional de protección a refugiados y perseguidos políticos) para dar refugio a León Trotsky y su esposa Natalya Sedova, quienes llegaron por el puerto de Tampico a bordo del petrolero Ruth. El político ruso fue recibido por el presidente Lázaro Cárdenas y la pintora Frida Kahlo, pues Diego sufrió de un ataque de gota que le impidió dejar el hospital para acudir al encuentro.

Controversial, objeto de diversas miradas, criticado por su forma de proceder como hombre y como artista, su talento y pasión por pintar fue lo que lo mantuvo presente en el gusto de muchos (con el rechazo de otros), pero Diego Rivera hizo con su trabajo lo que él decidió: las décadas por venir serían pródigas para un artista consolidado y en expansión. 

Lo que alguna vez alguien dijo como burla sobre su obra, cómo un sueño se hizo realidad: ¡qué ironía! La gente hace peregrinaciones y filas para admirar la obra mural de Diego Rivera y se admira frente a un cuadro o un muro como si estuviesen ante la obra de un artista del Renacimiento. Ese sueño no sólo se convirtió en realidad, pues sabemos que miles de personas deciden hacer un paseo en la Alameda cualquier tarde de domingo. En la obra de Diego Rivera está toda la historia de México, la que miraron sus ojos y que con sus pinceles interpretó, dejándola como referente para las generaciones contemporáneas, convirtiéndolo en el pintor mexicano más reconocido de la historia del arte mexicano del siglo XX. 

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:

  •         Matute, Álvaro. La revolución mexicana: actores, escenarios y acciones. Vida cultural y política
           1901-1929
    . México, Editorial Océano, 2002.
  •          Lozano, Luis- Martín y Coronel Rivera, Juan Rafael. Diego Rivera: Obra mural completa.
           Colonia (Alemania), Taschen. 2010.
  •          Ramírez, Fausto. Modernización y modernismo en el arte mexicano. México, UNAM, 2008.
  •          Roura, Alma Lilia. Olor a tierra en los muros. México, Educal, 2010.

¿Quieres saber más sobre la historia del Colegio de San Ildefonso?

        

Comentarios

Destacados