San Ildefonso en el Tiempo | Misioneros y profesores jesuitas [III]

 

Misioneros y profesores jesuitas en la Nueva España
Tercera parte: siglo XVIII

 

Miré todas las obras que se hacen debajo del sol;

y he aquí que todo es vanidad y aflicción de espíritu 

Eclesiastés: I-14

 

                                                                       
Misión de Nuestra Señora de Loreto en el siglo XVIII.

Disciplina, estudio y fe conformaban toda la estructura de la Compañía de Jesús: los ejercicios espirituales creados por el fundador ponían a prueba la fortaleza de los jóvenes y en la disciplina era sumamente estricta.

La información que un misionero recopilaba era de utilidad para la siguiente generación, de ahí el robustecimiento de sus bibliotecas, saberes que no se quedaban resguardados, sino que se difundían a través de la red que los comunicaba por cada rincón del planeta. Todo lo que se hacía en nombre de la fe, tarde que temprano habría de rendir sus frutos. 

Lo aprendido desde el siglo XVI prevaleció en la estructura jesuita del XVIII. La provincia mexicana de la Compañía de Jesús contaba con una red de colegios en las ciudades más importantes del virreinato, además de un entramado de misiones dispersas por todos los rincones de las regiones del norte y noroeste novohispano.

El código que se usó para la construcción de iglesias, capillas y colegios tenía significados que reiteraban la perfección de la creación divina y el arte se vinculaba al conocimiento matemático en la arquitectura: colegios como el de San Ildefonso, Tepotzotlán o iglesias como La Profesa guardan esa espiritualidad monumental que lo envuelve todo.

Los artífices encargados de revestir los espacios sagrados lo hicieron con los modelos a seguir del fundador, al quien se le representaba en momentos de arrobamiento místico entre conciertos angélicos y rompimientos de gloria; además, recurrieron a la evocación de los libros del Antiguo testamento para que al replicarlos en lejanas latitudes no se distorsionaran. El barroco debe mucho a las devociones jesuitas, pues fueron las que lo catapultaron como primer arte global.   

Al momento de su expulsión, los requerimientos de las autoridades virreinales fueron, en primera instancia, los libros de cuentas y las limosnas de las cofradías. Quizá creyeron encontrar caudales desbordados al interior de los muros de los colegios; sin embargo, no fue así: la riqueza se invirtió en misiones, iglesias o en la atención a los hospitales. 


 

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:

  • Bethell, Leslie (ed.). Historia de América Latina. Tomo II: “América Latina colonial: Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII.” Barcelona, Cambridge University Press-Crítica, 1998.
  • Boturini Benaduci, Lorenzo. Historia general de la América septentrional. México, UNAM, 1990.
  • Décorme, Gerard. La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial (1572-1767). Tomo I: “Fundaciones”, México, Porrúa, 1941.
  • Reynoso, Arturo. Francisco Xavier Clavijero. El aliento del espíritu. México, Artes de México-FCE-Universidad Iberoamericana, 2018.


¿Quieres saber más sobre la historia del Colegio de San Ildefonso?

        

Comentarios

Destacados