Maestros Muralistas | José Guadalupe Posada
José Guadalupe Posada
Crónica y construcción del imaginario popular y cotidiano;
su influencia en la plástica muralista del siglo XX
Posada trabajaba a la vista del público,
detrás de la vidriera que daba a la calle, y yo me detenía encantado por
algunos minutos, camino de la escuela, a contemplar al grabador, cuatro veces
al día,
a la entrada y la salida de las clases, y algunas veces me atrevía a
entrar al taller a hurtar un
poco de las virutas de metal que resultaban al
correr el buril del maestro sobre
la plancha de metal de imprenta pintada con
azarcón.
José Clemente Orozco
José Guadalupe Posada en la puerta de su taller de grabado. © INAH |
A mediados del siglo XIX nació José Guadalupe Posada (1852), cronista gráfico que (des)dibujó la vida cotidiana en la Ciudad de México. Originario de Aguascalientes, el artista llegó a la capital para continuar su carrera en la ilustración de diarios de corte burgués. Si bien todo apuntaba a que sería el comienzo de una carrera en ascenso, pronto abandonó la revista Juventud literaria para enrolarse en las imprentas de Antonio Vanegas Arroyo, un editor conocido por sus impresiones populares.
De 1888 a 1913, José Guadalupe Posada realizó grabados, xilografías y todo tipo de producciones para diarios que circularon en México. La gráfica decimonónica que desarrolló tiene como antecedente primigenio el grabado novohispano y el exvoto, imágenes que estuvieron al servicio del proceso divulgador de la fe: silabarios, letanías, rosarios y demás productos que ilustraron también la literatura de cordel que llegó de España, las historias y narraciones de la novela que floreció durante el Siglo de Oro (como la de Don Quijote de la Mancha), sin olvidar las gacetas, relaciones y romances que dieron pauta a los corridos y adaptaciones que se dieron en la Nueva España.
La obra de Posada transita entre la tradición y las costumbres arraigadas. Como genio creador, dio paso a un proceso incipiente de identidad. La religiosidad reflejada en el proceso creativo de Posada es resultado del vibrante proceso cultural novohispano del siglo XVIII. Sus guardan esa esencia divulgadora: narraciones figurativas creadas para un pueblo en su mayoría analfabeta. La comprensión profunda de su oficio y las repercusiones de su trabajo no reflejan meras intenciones del artista, ideas o posturas: exaltan los intereses del pueblo que leía con imágenes y hacía narrativas para entender lo cotidiano, lo que les conmovía e interesaba.
Así, José Guadalupe Posada conoció bien al público al que dirigió su obra y encontró la manera de hacerla sencilla de entender para lograr ese vaso comunicante franco y directo. Las imágenes votivas, más que un ejercicio dogmático, son depositarias de la fe que ejercen sobre quienes creen en ellas, resguardatarias de lo intangible.
Las famosas catrinas de Posada son quizá las más popularizadas gracias a las celebraciones del día de muertos, y han servido como argamasa para el constructo de que la muerte en la cultura mexicana es recibida con risas y relajo; sin embargo, no se crearon bajo esa premisa.
Las calaveras de Posada son una metáfora de la descomposición y el anquilosamiento de un régimen que lo invadía todo: desde la Edad Media en la cultura occidental, la muerte era el temor latente a perder la vida, pero más grave resultaba estar muerto en vida, como en las estampas de Posada. La idea de la catrina —más tarde llamada garbancera por Diego Rivera—, no es la muerte ataviada a la belle époque: es la síntesis de aquel régimen que se negaba a morir o que ya estaba muerto, pero que nadie se atrevía a contravenirlo.
La presencia de la gráfica de José Guadalupe Posada influyó a los artistas que participaron en el muralismo mexicano: su modo franco y directo para expresar situaciones fue algo a lo que los muralistas aspiraban, y también sirvió como antecedente para los grupos de artistas que se aglutinaron en torno a asociaciones como el Sindicato de Pintores y Artistas Revolucionarios, y a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (que dieron impulso al desarrollo de la gráfica de tipo social en el México post-revolucionario), que al día de hoy hacen de esta disciplina una de las más abundantes en producción y diversidad de artistas en Latinoamérica.
Diego Rivera. Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central (detalle), 1947. @ INBAL |
Jonatan Chávez
Historiador y
Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San
Ildefonso.
Bibliografía:
- Libros pintados:
Murales de la Ciudad de México. México, Artes de
México, 2015.
- Musacchio, Humberto. México: 200 años de periodismo cultural. México, Conaculta, 2012.
- Orozco, José Clemente. Autobiografía. México, Ediciones ERA, 2009.
- Posada el grabador
mexicano. México, Editorial RM, 2010
- Tibol, Raquel. Diego Rivera. Luces y sombras. México, Lumen, 2007.
- Tres siglos de grabado de la Galería Nacional de Arte de Washington. Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2017.
Comentarios
Publicar un comentario