San Ildefonso en el Tiempo | Conmemoración de la Semana Santa
Devociones
marianas y la conmemoración
de la Semana Santa en la Compañía de Jesús
en el siglo
XVIII novohispano
Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
Y el centurión que estaba frente a él, viendo que después de
clamar había expirado así, dijo:
Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.
Evangelio de San Marcos
Capítulo 15, vers. 38-39
Pasión de Cristo representada en Cuautitlán, obra del pintor y escultor Primitivo Miranda (s. XIX) |
En la época virreinal, una de las maneras para conmemorar la Semana Santa o Mayor era levantar altares de Dolores en iglesias y casas particulares. Los jesuitas, profundos promotores del culto mariano, se dieron a la tarea de exaltar este momento fundamental para la cristiandad, no sin la teatralidad y el dramatismo propio de la época: el simbolismo que se ataviaba con la parafernalia vibrante y colorida reunía el quehacer, labores y oficios de los gremios.
Con la llegada de los jesuitas a la Nueva España, el reavivamiento espiritual de la sociedad novohispana llegó a un periodo extremo de exaltación de la fe. La austeridad en el quehacer jesuítico contrastaba a escalas monumentales cuando todo lo que se hacía en nombre de la fe retroalimentaba los sentidos de manera portentosa. No hay que olvidar que la Compañía de Jesús nació con dos misiones esenciales: evangelizar a través de la educación, con misioneros que en sus colegios aprendían lo necesario para no volver a caer en la distorsión que llevó a la iglesia a un proceso como el de la Reforma protestante —y con ello al reordenamiento en el concilio de Trento—, mientras que, por otro lado, la obediencia al Papa direccionaba el quehacer jesuítico en aras de fortalecer la presencia de la iglesia católica en todo el orbe. De este modo, lo concerniente al ritual, los cánones de representación de las imágenes, liturgias, festividades, la doctrina, educación y buen consejo fueron aspectos donde la presencia jesuita jugaba un papel fundamental.
Revestir las iglesias con suntuosidad, elaborar complejas ceremonias y procesiones rituales en conmemoraciones como Semana Santa, y llevar con precisión un santoral devocional no era el resultado de una banalidad simplista en la forma: los sentidos se educaban en el gusto de elementos vibrantes, abigarrados y complejos donde el equilibrio, ritmo y precisión eran sinónimo de perfección que a la vez representaban la grandeza de la creación de dios.
Altar Virgen de la soledad. Óleo sobre tela. Colección Convento de San Joaquín, siglo XVIII. Anónimo. © Mauricio Marat, INAH |
Jonatan Chávez
Historiador y
Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San
Ildefonso.
Bibliografía:
- Brading, David A. La Nueva España: Patria y religión. México, FCE, 2015.
- Bethell, Leslie
(ed.). Historia de América Latina. Tomo II: América Latina
colonial: Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII. Barcelona,
Cambridge University
Press-Crítica, 1998. - Decorme, Gérard. La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial. 1572- 1767. Tomo I: Fundaciones. México, Porrúa, 1941.
- Lozano Fuentes, José Manuel. Historia de España. México, CECSA, 1980.
- Museo Nacional del Virreinato Tepotzotlán. La vida y la obra en la Nueva España. México, Conaculta-INAH, 2003.
Comentarios
Publicar un comentario