Maestros Muralistas | Fernando Leal - Los danzantes de Chalma

Fernando Leal: Los danzantes de Chalma

En una de sus visitas a la Escuela de Pintura al Aire libre (EPAL), José Vasconcelos se interesó por la obra Campamento Zapatista, realizada por Fernando Leal. Su maestría en el trazo le valió al joven pintor, de tan solo veintidós años, ser el primero en recibir la invitación para trabajar en los muros de la Preparatoria de San Ildefonso, propuesta que incluyó a otros jóvenes como Fermín Revueltas y Ramón Alva de la Canal, personajes con los que Leal compartió su estudio.

Los murales del cubo del segundo nivel de la Preparatoria fueron el resultado de una colaboración acordada entre Fernando Leal y su amigo Jean Charlot, en donde la obra de ambos aprovechó el arranque y los remates de la escalera para acentuar la composición temática de cada uno: la conquista militar y religiosa.

Mientras Charlot realizó una pintura para ser vista al descender la escalera, Fernando Leal aprovechó el ascenso para generar una obra vibrante y colorista que evocara el sincretismo religioso, vivido como otra forma de conquista violenta.

Para Fernando Leal no solo se trataba de elegir un tema que redujera su trabajo al folclore simplista: Leal veía en las celebraciones religiosas indígenas una prevalencia de la devoción ancestral —percibida como idolatría por los conquistadores—, una resistencia a no sucumbir del todo ante el dominio.

Asumir el tema de su mural no fue un proceso fácil; si bien Vasconcelos no impuso alguna temática, no comulgaba con las posturas ideológicas de Fernando Leal, quien a su vez se dio a la tarea de documentarse desde todos los puntos de vista: consideró las posturas de arqueólogos como Manuel Gamio, estudió a los cronistas del siglo XVI y dedicó bastante tiempo al análisis compositivo, en el que figuró el modelado de Luciana, la indígena que aparece en el mural haciendo vigilia.

El santuario de Chalma fue dedicado al Cristo Negro, devoción que intentó remplazar el culto a Oztotéotl, el Señor de las Cuevas, celebrado con sacrificios humanos entre los meses de mayo y junio. Con la llegada de los españoles, la veneración indígena no fue vista con agrado y se impuso un nuevo culto; sin embargo, el sentido ceremonial continuó. Ese arraigo indígena era el que Fernando Leal deseaba destacar.


Leal comenzó el mural a finales de 1922. Aprovechó al máximo los diversos momentos del culto en Chalma: mujeres y hombres en vigilia, danzantes de penachos coloridos e imágenes guadalupanas, ofrendas de panes, velas, frutas y flores que reemplazan la sangre, mientras la mirada lasciva de un sacerdote rechoncho es testigo de un ceremonial que parece repetirse una y otra vez hasta perderse en el tiempo. Leal traza una diagonal a la mitad del mural donde un danzante, ya en trance, dirige una mirada cegada fuera de la escena, que invita al espectador a adentrarse a ese mundo, que es su herencia, y a reflexionar sobre el fenómeno de la Conquista.

La intención colaborativa al inicio de este mural desapareció al final. En sus textos, El Renacimiento y El arte y los monstruos, Fernando Leal deja ver las diferencias que lo llevaron a terminar su relación de amistad con Jean Charlot: divergencias técnicas y de composición, además del trato injusto que a su consideración recibieron los jóvenes artistas en San Ildefonso, donde solo se reconocía la labor de Diego Rivera. Sin embargo, deja una frase que evidencia que su paso por San Ildefonso fue esencial: “Realmente aquel fue un hermoso momento de actividad, y decisivo, lleno de fe y de audacia”.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.



Bibliografía:
  •  Leal, Fernando. El arte y los monstruos. México, I.P.N., 1990.
  •  Roura Fuentes, Alma Lilia. Olor a tierra en los muros. México, EDUCAL, 2012.

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