Maestros Muralistas | Encuentros y desencuentros en la ENP
Encuentros y desencuentros del muralismo en la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso
Entre
1922 y 1927 se realizó casi toda la obra mural de San Ildefonso, sin embargo, significó
el resultado de infinidad de incidentes poco conocidos: hubo otros pintores que
se mencionan poco, reacciones opuestas al movimiento y un sinfín de
contratiempos.
Al
ocupar el cargo de Secretario de Educación (del 21 de octubre de 1921 al 30 de
noviembre de 1924), José Vasconcelos se enfrentaba a la labor titánica de
construir una identidad nacional, proyecto que, más que encontrar un camino
para todos, los confrontó en una atmósfera de preguntas irresueltas. La
complejidad de un país que salía de la guerra, y con una gran carencia a cuestas,
no podía ser resuelta en el escritorio de una oficina. Los murales de la Escuela
Nacional Preparatoria (ENP) fueron el epicentro para detonar desde el arte una
posible solución, junto con las misiones culturales y la publicación de los
clásicos.
La
iniciativa vasconcelista de convocar a artistas para vestir la Preparatoria de
murales que evocaran el pasado histórico de la nación, correspondía con la idea
propagandística del periodo virreinal. El proyecto no pretendía un rencuentro
con ese pasado, sino catapultarlo dentro del presente a un futuro promisorio
de ideales por realizar; sin embargo, dentro de esas representaciones, la voz de
los otros, a los que estaba dirigido este proceso, quedó silenciada o se
expresó como una señal de rechazo o desdén, como una cicatriz en los
murales.
Por
su parte, los artistas convocados para integrar el grupo de muralistas
transitaban entre la formación y la búsqueda de sus propios caminos. Enfrentarse al reto de revestir muros que los llevaron a nuevos retos, y la
exposición de su trabajo a los preparatorianos, develó que no se lograba entablar un
diálogo, tal como se proponía, sino que, por el contrario, fueron recibidos con rechazo e
incomprensión. Sin embargo, el entusiasmo, dedicación y búsqueda de ese anhelado
lenguaje se vio reforzado por el compromiso de someter
su estética a un fin social, alejado del academicismo y del preciosismo del caballete,
símbolos del pasado burgués, con el fin de revalorizar el pasado indígena, no
solo como un exotismo decorativo más, sino como un pilar de su constructo
estético.
De
principio, a la constante pregunta de por qué Vasconcelos apoyaba tanto la
labor de los muralistas, el secretario respondió en una entrevista hacia 1923:
“Como
ministro de Educación Pública, no tengo derecho a tener preferencia por los pintores,
me limito a procurar ofrecer a todos elementos para que trabajen […]
A todos los que estaban en Europa conseguí atraerlos y creo que se han
desafrancesado y ahora pintan como se pintaba en la Colonia, bien o mal, pero a
lo grande…”
Cuando
Vasconcelos recurrió a los jóvenes artistas de la Escuela de Pintura al Aire
libre, su proyecto dejaba la puerta abierta a los creadores para representar
con su pincel el futuro de la nación, aunque no estaba claro cómo. Así, el
mural sobre la pared de arranque de la escalera de Patio Principal de San
Ildefonso, realizado por Emilio García Cahero, fue sustituido en 1926 por Los
Ingenieros y la Sed, por solicitud de José Clemente Orozco, pues,
como lo refiere Charlot, el profesor de San Carlos “no pintaba indios”. A
García Cahero también se le ha atribuido el
Cuauhtémoc y San Cristóbal del segundo nivel, aunque, como sostiene
la investigadora Alma Lilia Roura, este espacio fue resuelto finalmente con los
murales de Jean Charlot y Fernando Leal.
Algo parecido ocurrió
con Xavier Guerrero, Roberto Reyes y Roberto Anaya, asistentes de David Alfaro
Siqueiros, quien por su constante ausentismo alargó la conclusión de los
murales en el patio de novicios. Si no fuera por la contribución de estos
artistas, esos murales habrían quedado inacabados.
Las corrosivas críticas
y cuestionamientos hacia la labor de los muralistas los llevó a la creación del
Sindicato de Obreros Técnicos, Pintores y Escultores. De esta manera, los integrantes
de esta agrupación dejaban en claro que su labor y compromiso con el arte no
era un afán pretencioso: en realidad, querían demostrar que su dedicación estaba encaminada
a la construcción de la identidad nacional. No esperaban los laureles de la
fama, solo el respeto y la consideración de una sociedad que los condenaba, sin
darles la oportunidad de expresarse. La década de los veintes fue sin duda una
etapa esencial en la construcción del arte en México, llena de contradicciones
y aciertos, con la que se podrá estar de acuerdo o no; sin embargo, resulta
incuestionable que los muros de la Escuela Nacional Preparatoria le dieron continuidad
a la labor educativa, que le dio razón de ser a este edificio, hace más de
cuatrocientos años.
Jonatan Chávez
Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del
Colegio de San Ildefonso.
Bibliografía:
- Charlot, Jean, El Renacimiento del Muralismo en México. 1920- 1925. México. Editorial Domés, 1985.
- Matute, Álvaro. La revolución mexicana: actores, escenarios y acciones. Vida Cultural y política 1901-1929. México, Océano, 2002.
- Ramírez, Fausto. Modernización y Modernismo en el arte mexicano. México UNAM, 2008.
- Roura Fuentes, Alma Lilia. Olor a tierra en los muros. México, EDUCAL, 2012.
- Tibol, Raquel. José Clemente Orozco: Una vida para el arte. México, F.C.E. 2009.
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