San Ildefonso en el Tiempo | Miguel Cabrera (II)

La pintura de Miguel Cabrera en el Colegio de San Ildefonso


Reciba debajo de su patrocinio estos mal
 formados cuadernos, que en algún
tiempo podrán informar, del raro artificio de
esta imagen, ignorado hasta ahora de los
más diestros artífices.
Ni temo que por mía desmerezca el desagrado de
su Ilustrísima, cuando le han merecido tanto
aprecio mis pinturas que se ha dignado
con ellas a adornar su palacio.

Miguel Cabrera
Fragmento del agradecimiento al arzobispo
 de México, José Manuel Rubio y Salinas

La composición del retrato que Miguel Cabrera realizó a Diego Peredo muestra claras influencias marcadas en la composición y el estilo del artista en la ejecución de otros dos lienzos —también resguardados en El Generalito—: el de Manuel Escalante y el de Juan Francisco de Castañiza González de Aquirro Larica y La Puente, obras que tienen la particularidad de desconocerse a su artífice al no estar firmadas.

Hay que destacar estas particularidades, pues gracias a ellas, es posible pensar la influencia de Miguel Cabrera sobre otros artistas, sin embargo, la sobriedad y elegancia de la representación se diluyó con la llegada de nuevas tendencias pictóricas retratistas en las primeras décadas del siglo XIX.

La estrecha relación entre Cabrera y la iglesia —en especial con los jesuitas novohispanos—, afirma el alta estima y reconocimiento de su estética, con un trato que iba más allá del mero encargo de obras. El intelecto y experiencia del pintor fueron vistos como autoridad y experiencia total para reconocer en la imagen guadalupana los posibles atributos sagrados que la imagen podía tener. 

La idea de que los pintores novohispanos solo emulaban lo impuesto y permitido, al menos hacia el siglo XVIII, ya no resultaba del todo real. Esto no quiere decir que se condujesen de manera aleatoria, sino con pretensiones muy puntuales respecto a los mecenazgos. Los artífices pusieron a su servicio el talento y maestría de manera directa, lo cual repercutió en la adquisición de más encargos y dispersión de su obra en distintas latitudes donde se les solicitaba su trabajo. Los jesuitas, con el cuidado y puntualidad que tenían en el estudio, no podían permitirse distorsiones o alteraciones que los hicieran objeto de algún tipo de llamamiento u observación por parte de las autoridades eclesiásticas.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:

  • Brading, David. La Nueva España: Patria y religión. México, FCE, 2015.
  • Decorme, Gerard. La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial. 1572-1767. Tomo I: “Fundaciones”. México, Porrúa, 1941.
  • Gran Historia de México ilustrada. Tomo II: “Nueva España: 1521-1750”. México, Planeta De Agostini-Conaculta-INAH, 2004.
  • Memoria de restauración 2005. México, Dirección General del Patrimonio Universitario-Universidad Nacional Autónoma de México, 2006.
  • Ramírez Montes, Mina. En defensa de la pintura. Ciudad de México 1753. México. Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 1990.


¿Quieres saber más sobre la historia del Colegio de San Ildefonso?

         

Comentarios

Destacados