Memoria Compartida | Vicente Rojo: un exilio afortunado

Vicente Rojo: un exilio afortunado (1932- 2021)

A la memoria del artista que contribuyó a la apertura del arte mexicano del siglo XX


un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
      un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,…


Octavio Paz
Piedra de Sol
(fragmento)


Uno de sus primeros recuerdos fue de 1936, cuando se asomaba por la ventana y miraba gente con banderas rojas, moradas y amarillas —los colores de la bandera catalana y las alusiones al comunismo de la época en su natal Barcelona—: el niño Vicente Rojo fue testigo del levantamiento social que provocó el golpe de estado que el general Francisco Franco dio a la República. Era la antesala de la muerte que por más de tres años traería la guerra civil española (1936- 1939).

Vicente Rojo con el proyecto de fuente
escultórica en torno a "Piedra de Sol".
©️ Colegio de San Ildefonso 
Sus manos lo fueron todo para él: su manera de expresar y comunicarse con el mundo. A los cuatro años, tras ingresar al colegio, su profesor se percató de que Vicente era zurdo y, ante la incomprensión y el atavismo absurdo, le amarró la siniestra para obligarlo a usar su diestra. A Vicente le quedó una cosa grabada: negarme rotundamente a usar la mano derecha; y como si ser zurdo fuese un delito, se le negó el acceso a algunas clases de pintura y cerámica.

El temor que le provocaba asistir al colegio llevó a Vicente Rojo a construir sus propios mundos, islas secretas y misteriosas donde se refugiaba después de enfrentarse a la adversidad del mundo que le tocó transitar. A los diecisiete años salió de Barcelona para reunirse con su padre, a quien no había visto por más de una década. 

La idea de México, país que sería su segunda patria y que lo recibió con los brazos abiertos, fue para Vicente Rojo un mundo lleno de contrastes: rico, vibrante, donde la cadencia de Toña la Negra y la filmografía producida por Emilio El Indio Fernández le mostraban extremos llenos de posibilidades. 

A pesar de la distancia, su madre logró mantener la presencia de la figura paterna en la mente del Rojo adolescente. Ya en la Ciudad de México desarrolló una vocación creativa que desde los cuatro años había manifestado y que, con el auge cultural y artístico capitalino, quiso poner en práctica. Su patria adoptiva fue generosa y pudo pintar, recortar y armar cosas, camino que Vicente Rojo quiso para sí y en el que se mantuvo hasta su partida el 17 de marzo de 2021.

La experiencia del franquismo fue más que suficiente para llevarlo a la conclusión de que aquella convivencia sometida a la opresión y persecución no era adecuada. Así, México fue el país que le ofreció la libertad para crear. En la capital asistió a la Escuela Nacional de Pintura y Escultura “La Esmeralda”. Es en la década de 1950 cuando Vicente Rojo conoce a uno de sus maestros más importantes: Miguel Prieto. 

En aquella década, Federico Gamboa le encomendó a Prieto la creación de una imagen gráfica editorial para el INBAL, con la finalidad de catapultar la producción literaria, oportunidad que tuvo Vicente Rojo para realizar diseños en publicaciones de autores como José Guadalupe Posada, Salvador Novo y Miguel Covarrubias.

Más tarde, entró en contacto con personajes como Fernando Benítez, quien vio en la obra de Vicente Rojo la búsqueda de su propio lenguaje. Sin duda, el autor de Los indios de México fue una de sus mayores influencias. Así se refirió el escritor sobre Vicente Rojo: 

He aquí un nuevo pintor, a veces es tierno y lírico, a veces es desgarrado y violento. Su color es tenso y apasionado, casi brutal. Sus formas tienen las aristas cortantes del vidrio. Todo se hace y se deshace en sus telas: se está buscando a sí mismo. No le importa el pasado. Vive su tiempo, no lo rehúye, lo afronta; trata de entenderlo, de organizarlo, de darle un sentido. Es conmovedor que un joven se ponga en camino. Irá lejos. De él es la aurora, la inconformidad, la esperanza. 

Vicente Rojo se integró a una generación de jóvenes que en el mundo de las artes y las letras mostraron la riqueza cultural en México: Raúl Moreno Villa, Manuel Felguérez, José Emilio Pacheco. Primero el INBAL y más tarde la UNAM fueron sus espacios de trabajo. Su relación con San Ildefonso comenzó cuando trabajaba en Difusión Cultural, ubicada en un espacio pequeño del excolegio jesuita, y más tarde colaboró en el diseño del logotipo cuando el Colegio fue adaptado como recinto cultural en 1992. Los fundadores de la desaparecida Librería Madero crearon la imprenta que más tarde se transformó en un taller colectivo para creadores que dieron origen a  la editorial ERA, proyecto que nació con las iniciales de sus fundadores: Tomás Espresate, Vicente Rojo y José Azorín, editorial de gestión independiente para apoyo a creadores literarios y artistas. 

En el proceso de la pintura mexicana del siglo XX, la obra pictórica de Vicente Rojo corresponde al periodo denominado de la ruptura, término que para él no era positivo, pues en su visión de artista consideraba que no era un rompimiento, sino más bien una apertura. Rojo realizó dos exposiciones en la Casa del Lago y en el Salón de la Plástica Mexicana del INBAL, donde jóvenes se aglutinaban con la posibilidad de hacer cosas nuevas. La Industria Eléctrica Mexicana adquiere doce obras para su calendario, entre ellas una de Rojo, con lo que su obra comenzó a ser reconocida y vendida, sin limitarse a la pintura, pues también realizó escenografías para las obras de dicho recinto universitario.

Pronto transitó hacia la abstracción y el geometrismo: guerreros y flautistas con texturas pastosas, colores de nitidez intensa; cuadrados, triángulos, círculos, esferas y pirámides fueron la base de su trabajo, hasta que encontró en el alfabeto y su grafismo parte sustancial de todo su proceso creativo.

En su deseo por vincular poesía y pintura, los caminos de la creación lo condujeron a un proceso profundo: a mediados de los años sesenta recibe, a través de Álvaro Mutis y Luis Vicens, los manuscritos de Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, libro del que nadie imaginaría el éxito que trajo para todos los involucrados. Vicente Rojo generó las tipografías y símbolos sustraídos de su lectura: el artista jugó con las formas que, con el paso del tiempo, se convirtieron en referentes icónicos para el diseño gráfico y editorial. 

En 1980, el artista experimentó con cintas y relieves que se volvieron parte de esos procesos de ida y vuelta: ascenso y descenso de escaleras en la memoria y en el tiempo. En México bajo la lluvia, así como la pintura tiene un punto concreto, la escultura ofrece cambios de posturas que detonarán en formas cambiantes y dinámicas. 

La relación de amistad que trabó con escritores como Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Miguel León-Portilla, por mencionar a algunos, le permitió colaborar en múltiples proyectos. Los libros de artista serán ese campo en donde por fin se gesta la posibilidad para comunicarse con el exterior, que se hace patente cuando el artista se plantea utopías que lo llevan a construir mundos e identidades con las letras de los escritores.

Con José Emilio Pacheco realizó el libro Jardín de niños, en el que entabló un diálogo de evocaciones, recuerdos y experiencias trascedentes (algunas dolorosas) que llevaron al constructo de una creación íntima. Circos, uno de los últimos proyectos con Pacheco, es una representación de una sociedad áspera y terrible. Así, puede decirse que por sus manos pasaron los textos de los escritos más notables entre sus contemporáneos.

En agradecimiento a la patria que lo acogió, colabora con el arquitecto Ricardo Legorreta en el diseño del conjunto de la Plaza Juárez, en la Alameda Central de la Ciudad de México, proyecto multidisciplinario donde el artista se dio a la tarea de diseñar un espejo de agua, pirámides que emergen del espejo. 

El tiempo y la gestión cultural lo llevaron de nuevo al jardín más antiguo de la ciudad, cuando se le convocó para realizar un mural pétreo, que evoca el trascender del tiempo. Así, en el 2020, se develó la obra Jardín urbano en el museo Kaluz.

Incansable, creativo y siempre con un sentido de colaboración, Vicente Rojo se sumó al proyecto del Memorial Octavio Paz y Marie-José Tramini, compañera de su entrañable amigo. Gracias a la gestión, colaboración y suma de voluntades del gobierno de la Ciudad de México, la UNAM y El Colegio Nacional, se tomó la decisión de crear el Memorial en el Colegio de San Ildefonso. 

Vicente Rojo se dio a la tarea de diseñar la urna que resguarda los restos del matrimonio Paz-Tramini, además de una fuente escultórica realizada con el apoyo del Patronato del Colegio de San Ildefonso, inspirada en los versos del poema “Piedra de Sol” (“un alto surtidor que el viento arquea”), la cual se encuentra en el Patio de Pasantes. De este modo, Vicente Rojo reúne en un mismo espacio uno de sus proyectos más importantes: un diálogo perpetuo entre el “Nocturno a San Ildefonso” y “Piedra de Sol.” 

Proyección de la Sala Memorial Octavio Paz y Marie-José Tramini ©️ Colegio de San Ildefonso

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:
  • 24 poetas latinoamericanos. México, Coedición Latinoamericana, 2004.
  • Escuela Nacional Preparatoria. Imágenes y pinceladas de sus protagonistas. México, UNAM-ENP, 2014.
  • Legorreta. Arquitectura 2003-2010. México, Área Editores, 2010.
  • León Portilla, Miguel. La tinta negra y roja: Antología de poesía náhuatl. México, ERA, 2008.
  • Los 100 años de la UNAM. México, La Jornada, 2010.
  • Pacheco, José Emilio y Vicente Rojo. Circos. México, ERA-El Colegio Nacional, 2010.
  • Paz, Octavio. “Piedra de Sol” en Libertad bajo palabra. México, FCE, Colección Letras Mexicanas, 1957.
  • Rojo, Vicente. Diario abierto. México, ERA, 2010
  • Rojo, Vicente. Puntos suspensivos. Escenas de un autorretrato. México, El Colegio Nacional-ERA, 2010.
  • Tiempo universitario. México, Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2010.

¿Quieres saber más sobre la historia del Colegio de San Ildefonso?

         

Comentarios

  1. Gracias Jonatán por esta espléndida síntesis de la vida de un creador inmenso.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Destacados