Memoria Compartida | La vida cotidiana de los preparatorianos

¡Goya, goya, cachún, cachún, ra, ra…!

La vida cotidiana de los preparatorianos en el barrio universitario 1930-1940 




La década de los treintas se prospectaba con grandes cambios influidos por la política exterior. Se aproximaba el centenario de la muerte del Libertador de América y, como ya se mencionó en otra entrega, durante el rectorado del doctor Pedro de Alba, Fernando Leal hizo una última intervención sobre los muros del anfiteatro para representar a nuestros libertadores.

El urbanismo del entonces incipiente barrio universitario empezaba a trastocarse, alojado y disperso entre los antiguos edificios. Toda la estructura que Guillermo Tovar y de Teresa llamó Ciudadela Jesuita sufrió modificaciones que dieron paso a un nuevo discurso urbano asociado al progreso.

La fragmentación del terreno dio lugar al nacimiento de la calle de República de Venezuela; la cual, como muchas otras, fue rebautizada con el nombre de algún país latinoamericano. Más tarde, en 1934, el Colegio de San Gregorio se convirtió en el mercado Abelardo Rodríguez, bajo la promesa de ordenar la ciudad y de acabar con el eterno problema del ambulantaje. Posteriormente, en 1936, se estableció la Universidad Obrera en una mitad del Colegio de San Pedro y San Pablo, mientras que la otra mitad se transformó en la Hemeroteca Nacional.

La politización de los estudiantes preparatorianos nunca dejó de ser un elemento sustancial de su formación estudiantil, quienes fueron críticos de la geopolítica del momento, y cuya tradición provenía de la década anterior con los anarquistas de cachuchas negras. Los treintas no fueron muy diferentes; por el contrario: el mundo les presentaba nuevos contextos regionales como el panamericanismo, y la paradoja de las oligarquías y gobiernos militares golpistas de América del Sur al servicio del imperialismo yanqui, contrapuesta a la euforia nacionalista que en México se desató con la expropiación petrolera.

Tal era el ambiente del barrio universitario que generó comunidad y apego entre sus integrantes. La preparatoria de San Ildefonso se encontraba al centro de esa vida que trascurría entre las clases de Etimología y Lógica, las elecciones de las plantillas de sociedades de alumnos que pegaban sus carteles con goma sobre los murales de Orozco y de Siqueiros, las rechiflas y piropos de los estudiantes al ver entrar a chicos y chicas de nuevo ingreso, los bailes para elegir a la reina de la prepa y, cuando el tiempo lo ameritaba, en matar clase al puro estilo del goya, cántico todavía empleado.

Hacia el final de la década, José Luis Rodríguez, un estudiante apodado Palillo por lo esbelto de su fisonomía, ingresó a la matrícula de la preparatoria. Se dice que, cuando quería perder el tiempo, se reunía y gritaba por los pasillos de San Ildefonso la consigna de ¡goya, goya!, mismo al que, más tarde, se le agregaron el ¡cachún, cachún, ra, ra!, expresión para anunciar que las chicas accedían a ir al cine con ellos, pues cachún significaba "cachondear".

Con la paradójica e inevitable influencia del american way of life llegó el fútbol americano y, con ello, la motivación grupal. Así, este grito que convocaba al ocio y a matar clase se convirtió en la porra universitaria que funciona como amalgama entre los universitarios.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.



Bibliografía:
  • Escuela Nacional Preparatoria. Imágenes y pinceladas de sus protagonistas. México, UNAM-E.N.P. 2014.
  • Los 100 años de la UNAM. México, La jornada, 2010.
  • Tiempo Universitario. México, Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2010.
Internet:

https://www.fundacionunam.org.mx/cancha-puma/goya-la-historia-del-grito-universitario/

¿Quieres saber más sobre el Colegio de San Ildefonso?

    

Comentarios

Destacados