Memoria Compartida | ¡Dos de octubre no se olvida!

¡Dos de octubre no se olvida! 

 

No puedes sobrevivir, si no conoces el pasado…

Oriana Fallaci

Archivo | Apropiación de la opinión pública.
Gráfica del 68.

En vísperas de la celebración de la décimo novena Olimpiada en México en 1968, el gobierno conformó el Batallón Olimpia que estuvo a cargo de la seguridad del evento, un cuerpo de élite del Estado Mayor Presidencial.

La mañana del dos de octubre, integrantes de este batallón se instalaron en algunos departamentos vacíos del segundo nivel del edificio Chihuahua, donde tuvo lugar un mitin la tarde de aquel día aciago. El plan era capturar a los dirigentes en el inmueble, en colaboración con la Dirección Federal de Seguridad, disolver la marcha con el ingreso del ejército del lado poniente de la plaza y mantener la imagen de un país próspero y listo para la celebración de la justa olímpica, que se inauguraría el 12 de octubre.

Ya en el mitin se anunció que no habría marcha para solicitar la liberación del Casco de Santo Tomás (campus del Instituto Politécnico Nacional), y que solo se mantendrían en la plaza de Tlatelolco, pues los asistentes observaron a personas identificadas con el ejército, a pesar de estar vestidas de civiles.

Los militares del Batallón Olimpia, junto con los integrantes de diversas policías subieron por las escaleras que conducen al tercer piso del edificio Chihuahua, al mismo tiempo que las tropas uniformadas ingresaban a la plaza.

Los integrantes del batallón que llegaron al tercer piso apuntaron hacia los estudiantes y periodistas que ahí se encontraban. En la terraza del edifico comenzaron a rebotar las balas y las esquirlas que se estrellaban en el piso y las paredes, todo se llenaba de humo y pólvora. De pronto, decenas de personas, estudiantes, periodistas, soldados con guante blanco y policías se tiraban al piso para preservar su vida.

“¡Batallón Olimpia! ¡Batallón Olimpia!”, gritaban los soldados con la intención de ser reconocidos por sus compinches, quienes desde lejos disparaban contra la plaza y el edificio. En medio quedó la gente que corría desde el momento en que tuvo a la vista al ejército. Ahí comenzó la masacre, la confusión de un combate contra nadie, contra un enemigo inexistente. Los militares disparaban a una multitud que buscaba salir del fuego cruzado y se apelmazaba en busca de resguardo, debajo de lo que pudiera, así fuese el cuerpo inanimado de algún otro compañero. Luego vinieron las tanquetas que ocuparon la plaza y disparaban contra la parte superior del Chihuahua.

Archivo | México 1968

Los impactos de tanquetas y balas perdidas dieron sobre los calentadores de los departamentos; el edifico era una cascada que a su paso ya se teñía del carmesí de la sangre derramada.

Después del silencio se escuchó por doquier: ¡Salgan con las manos en la nuca, hijos de la chingada! Los estudiantes cautivos eran golpeados y bajados al primer piso para ser llevados en camiones del ejército en calidad de detenidos. Mientras el caos imperaba en la plaza de las Tres Culturas, otro se iniciaba por parte de estudiantes que incendiaban camiones por distintos puntos de la ciudad.

Gritos, llantos, lamentos y dolor fueron la voz de la plaza aquella noche. Nadie coincide en la cantidad de muertos, pues el gobierno registró lo conveniente, sin embargo, sí se calcula que más de cinco mil soldados y un sinnúmero de agentes policiacos participaron en aquel asalto que pintó de sangre la noche del dos de octubre en Tlatelolco.

Ha pasado más de medio siglo ya y los ecos de las consignas aún resuenan. Las balas que silenciaron las voces de cientos aún detonan cada que la intolerancia y el desdén por la libertad se hacen presentes en su afán por acallarlas. El viento sobre la plaza de Tlatelolco lleva el bisbiseo de aquellas voces sometidas y conviene que así sea para nunca olvidar que la historia también tiene derrotas —en este caso de los perpetradores—, pues su pretensión de silenciar se convirtió en huella imborrable, símbolo y derrotero de lucha y resistencia.


Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:

Escuela Nacional Preparatoria. Imágenes y pinceladas de sus protagonistas. México, UNAM-ENP, 2014.
Garzón Lozano, Luis Eduardo. La historia y la piedra. México, Porrúa, 1998.
Los 100 años de la UNAM. México, La Jornada, 2010.
Maravillas y curiosidades. Mundos inéditos de la Universidad. México, ACSI. 2002
Tiempo universitario. México, Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2010.

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