Memoria Compartida | A la memoria del doctor Mario Molina
Anecdotario de San IldefonsoA la memoria del doctor Mario Molina, premio Nobel de Química (1943-2020)
Algunas veces necesitamos predecir lo que pasaría en el futuro y en ese caso necesitamos entender la ciencia básica, lo suficientemente bien para hacer predicciones confiables, no podemos esperar a que suceda el futuro y hacer el experimento, es ahí donde tenemos que juzgar el resultado y anticipar lo que podría pasar después.Mario Molina
Mario Molina Pasquel (1943 - 2020), Archivo
Desde niño, José Mario Molina Pasquel y Henríquez (19 de marzo de 1943) fue muy estudioso y desarrolló un profundo interés por la ciencia. Después de transitar por las aulas y pasillos de la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso, cursó la carrera de Ingeniería Química en Universidad Nacional Autónoma de México. Posteriormente continuó con el doctorado en la Universidad de Berkeley en California y decidió quedarse —gracias a la invitación del doctor Sherwood Rowland—, para una estancia en la Universidad de Irvine. Ambos científicos tenían procesos similares de química fundamental y un tema que les atraía era la inserción de sustancias en la atmósfera, producto de desechos industriales, y que hasta ese entonces nadie había tomado como objeto de estudio. En la década de los cincuenta se había iniciado la investigación sobre la capa de ozono, y comenzaban las sospechas sobre la contaminación derivada de estos productos.
Con anterioridad, ya se sabía que la actividad humana contribuía a la introducción de contaminantes químicos, pero con la actividad industrial del siglo XX, comenzó la polución de sustancias sintéticas en la atmósfera. Los CFC (clorofluorocarburos) fueron se sintetizaron en laboratorios y se usaron en la industria de la refrigeración y aerosoles, principalmente. Al ser consumidos por las personas comenzaron a dispersarse en la naturaleza y se acumularon en la atmósfera, sin que puedan eliminarse de manera natural. Estos compuestos contienen cloro, el cual se adhiere a las moléculas de ozono. Dichas moléculas que permanecen (incluso por más de 50 años) del lado donde llega la radiación solar no logran proteger a la tierra; por ello, se pudo entender cómo el ozono se reducía al arrojar a la atmósfera mayores cantidades de partículas de cloro contenidas en los CFC.
Mario Molina descubrió entonces que, si se continuaba con las mismas prácticas, habría consecuencias irreversibles, con repercusiones en toda la vida del planeta, por lo que su investigación llevó a advertir a los gobiernos del mundo y a hacer replanteamientos sobre los modos de producción.
Su trabajo se publicó a manera de artículo en la revista científica Nature Magazine, en 1974. La reacción negativa por parte de las industrias no se hizo esperar, en especial de la empresa Dupont, principal productora de freones en el mundo. Así, dio comienzo a una batalla de desprestigio contra Mario Molina, la cual enfrentó, incluso en el senado de los Estados Unidos. La defensa de su teoría marcó el comienzo de una revolución ecológica, pues el científico mexicano tuvo que renunciar temporalmente a la nacionalidad mexicana para poder seguir con la investigación en el país del norte.
Posteriormente fue invitado al Lawrence Laboratory en Berkeley para probar su teoría, gracias a lo cual se comenzó a respaldar su trabajo con los estudios de la comunidad científica, y con la evidencia de que el agujero en la capa de ozono es más grande de lo que se pensaba.
En el Protocolo de Montreal de 1987 se conminó a no usar los clorofluorocarburos, además de anticiparse en la resolución de problemas ambientales globales. En 1993, Mario Molina es nombrado miembro de la Academia de Ciencias de los EEUU.
El 11 de octubre de 1995 se anuncia que el premio Nobel de Química se otorgaba a Sherwood Rowland, Mario Molina y Paul Crutzen. En el 2004, se creó el Centro Mario Molina, donde se comenzaron a realizar estudios más profundos sobre la calidad del aire, con la intención de vincular la toma de decisiones, conservación y uso adecuado de los recursos, frente al cambio climático global y hacer lo más adecuado para retardar sus efectos.
Mario Molina fue un científico comprometido hasta el final con su país: procuró contribuir con sus aportes científicos a una mejor toma de decisiones, e incluso sus últimos trabajos estuvieron volcados al estudio de la pandemia causada por el virus Covid-19.
Universitario destacado, Mario Molina contribuyó a la ciencia del siglo XX y se convirtió en un referente para entender cómo ciencia y sociedad deben ir de la mano.
Archivo, UNAM
Jonatan Chávez
Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del
Colegio de San Ildefonso.
Bibliografía:- Escuela Nacional Preparatoria. Imágenes y pinceladas de sus protagonistas. México, UNAM-ENP, 2014.
- Garzón Lozano, Luis Eduardo. La historia y la piedra. México, Porrúa, 1998.
- Los 100 años de la UNAM. México, La Jornada, 2010.
- Maravillas y curiosidades. Mundos inéditos de la Universidad. México, ACSI. 2002.
- Tiempo universitario. México, Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2010.
Mario Molina Pasquel (1943 - 2020), Archivo |
Desde niño, José Mario Molina Pasquel y Henríquez (19 de marzo de 1943) fue muy estudioso y desarrolló un profundo interés por la ciencia. Después de transitar por las aulas y pasillos de la Escuela Nacional Preparatoria de San Ildefonso, cursó la carrera de Ingeniería Química en Universidad Nacional Autónoma de México. Posteriormente continuó con el doctorado en la Universidad de Berkeley en California y decidió quedarse —gracias a la invitación del doctor Sherwood Rowland—, para una estancia en la Universidad de Irvine. Ambos científicos tenían procesos similares de química fundamental y un tema que les atraía era la inserción de sustancias en la atmósfera, producto de desechos industriales, y que hasta ese entonces nadie había tomado como objeto de estudio. En la década de los cincuenta se había iniciado la investigación sobre la capa de ozono, y comenzaban las sospechas sobre la contaminación derivada de estos productos.
Con anterioridad, ya se sabía que la actividad humana contribuía a la introducción de contaminantes químicos, pero con la actividad industrial del siglo XX, comenzó la polución de sustancias sintéticas en la atmósfera. Los CFC (clorofluorocarburos) fueron se sintetizaron en laboratorios y se usaron en la industria de la refrigeración y aerosoles, principalmente. Al ser consumidos por las personas comenzaron a dispersarse en la naturaleza y se acumularon en la atmósfera, sin que puedan eliminarse de manera natural. Estos compuestos contienen cloro, el cual se adhiere a las moléculas de ozono. Dichas moléculas que permanecen (incluso por más de 50 años) del lado donde llega la radiación solar no logran proteger a la tierra; por ello, se pudo entender cómo el ozono se reducía al arrojar a la atmósfera mayores cantidades de partículas de cloro contenidas en los CFC.
Mario Molina descubrió entonces que, si se continuaba con las mismas prácticas, habría consecuencias irreversibles, con repercusiones en toda la vida del planeta, por lo que su investigación llevó a advertir a los gobiernos del mundo y a hacer replanteamientos sobre los modos de producción.
Su trabajo se publicó a manera de artículo en la revista científica Nature Magazine, en 1974. La reacción negativa por parte de las industrias no se hizo esperar, en especial de la empresa Dupont, principal productora de freones en el mundo. Así, dio comienzo a una batalla de desprestigio contra Mario Molina, la cual enfrentó, incluso en el senado de los Estados Unidos. La defensa de su teoría marcó el comienzo de una revolución ecológica, pues el científico mexicano tuvo que renunciar temporalmente a la nacionalidad mexicana para poder seguir con la investigación en el país del norte.
Posteriormente fue invitado al Lawrence Laboratory en Berkeley para probar su teoría, gracias a lo cual se comenzó a respaldar su trabajo con los estudios de la comunidad científica, y con la evidencia de que el agujero en la capa de ozono es más grande de lo que se pensaba.
En el Protocolo de Montreal de 1987 se conminó a no usar los clorofluorocarburos, además de anticiparse en la resolución de problemas ambientales globales. En 1993, Mario Molina es nombrado miembro de la Academia de Ciencias de los EEUU.
El 11 de octubre de 1995 se anuncia que el premio Nobel de Química se otorgaba a Sherwood Rowland, Mario Molina y Paul Crutzen. En el 2004, se creó el Centro Mario Molina, donde se comenzaron a realizar estudios más profundos sobre la calidad del aire, con la intención de vincular la toma de decisiones, conservación y uso adecuado de los recursos, frente al cambio climático global y hacer lo más adecuado para retardar sus efectos.
Mario Molina fue un científico comprometido hasta el final con su país: procuró contribuir con sus aportes científicos a una mejor toma de decisiones, e incluso sus últimos trabajos estuvieron volcados al estudio de la pandemia causada por el virus Covid-19.
Universitario destacado, Mario Molina contribuyó a la ciencia del siglo XX y se convirtió en un referente para entender cómo ciencia y sociedad deben ir de la mano.
Archivo, UNAM |
Jonatan Chávez
Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del
Colegio de San Ildefonso.
- Escuela Nacional Preparatoria. Imágenes y pinceladas de sus protagonistas. México, UNAM-ENP, 2014.
- Garzón Lozano, Luis Eduardo. La historia y la piedra. México, Porrúa, 1998.
- Los 100 años de la UNAM. México, La Jornada, 2010.
- Maravillas y curiosidades. Mundos inéditos de la Universidad. México, ACSI. 2002.
- Tiempo universitario. México, Antiguo Colegio de San Ildefonso, 2010.
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