Memoria Compartida | Matilde Montoya

Matilde Montoya, la primera médica mexicana

En el último tercio del siglo XIX, surgió en México El álbum de la mujer moderna, un periódico que, entre el romanticismo literario y la modernidad anhelante, no solo hablaba de moda, literatura y eventos sociales, sino que también incluía artículos que difundían, tímida pero visiblemente, la labor de mujeres destacadas. Una de ellas fue Matilde Montoya, quien —como expresa Gabriela Castañeda López en el libro Pioneras de la medicina mexicana en la UNAM; del porfiriato al nuevo siglo. 1887-1936— abrió el camino de la medicina, la ciencia y el saber para muchas mexicanas.


Matilde Montoya fue la primera mujer que se graduó como médica de la entonces Escuela Nacional de Medicina, además de ser considerada como una de las pioneras del feminismo en México. Entre sus frases más notables recordamos: “Hombres y mujeres deben tener los mismos derechos intelectuales y civiles.”

Nació el 14 de marzo de 1857, hija del militar José María Montoya y Soledad Lafragua. Ya desde pequeña lidió con las convenciones sociales de su época, por lo que, con apenas 12 años, se aventuró a presentar el examen como profesora de enseñanza elemental, pero le fue negado por su edad.

A los 14 años se examinó como partera, luego de estudiar durante un año en la Escuela Nacional de Medicina, la cual abandonó por la falta de recursos económicos tras la muerte de su padre. A los 18 años se trasladó a la ciudad de Puebla donde, a pesar de sus conocimientos y habilidades, fue desplazada e incriminada de todo tipo de acusaciones, como de pertenecer a la masonería e, incluso, de ser protestante.

Pasado el tiempo, a los 23 años, regresó a la Ciudad de México para solicitar su ingreso a la Escuela Nacional de Medicina, sin embargo, nuevamente se encontró con los impedimentos de una sociedad machista: fue acusada de un supuesto rezago educativo y se le negó el acceso. Incluso, le fueron revocadas algunas materias del bachillerato, lo cual le impedía completar el plan de estudios, bajo el argumento de haber estudiado en distintas escuelas particulares.

Ante dicha situación, la joven Montoya solicitó un permiso para poder recursar y revalidar las asignaturas de Latín, Raíces Griegas, Matemáticas, Francés y Geografía en la Escuela de San Ildefonso, autorización que también le fue negada debido a que, según el reglamento interno de la institución, solo estudiaban “alumnos”.

Determinada a continuar sus estudios, Matilde Montoya le dirigió una carta al entonces presidente Porfirio Díaz, quien apeló a su favor para permitirle continuar con sus prácticas académicas de revalidación en San Ildefonso, y asistir como oyente a la Escuela Nacional de Medicina, a pesar de los obstáculos anteriormente descritos y la firme advertencia por parte de las autoridades educativas de no poder asegurar la validación de ninguna de las materias cursadas en ambos centros de enseñanza.

Un año más tarde, gracias a una segunda intervención en la que el presidente Díaz solicitó a la Cámara de Diputados que reconocieran los estudios de Matilde Montoya, logró titularse el 24 de agosto de 1887, no sin antes ser examinada por un estricto cuerpo colegiado. A pesar de todo, Matilde logró que el jurado, por unanimidad, le otorgara el título expedido por la Escuela Nacional de Medicina. Así, logró convertirse en la primera médica de nuestro país.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.



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