El legado de Elisa Vargaslugo
El legado de Elisa Vargaslugo (1923-2020)Jorge Gutiérrez Reyna
Retablo Mayor de la Parroquia de Santa Prisca. Taxco GuerreroInstituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Oculto tras décadas de polvo y de desprecio, el pasado virreinal mexicano ha venido, a lo largo del siglo xx y lo que va del xxi, redescubriéndose y revalorizándose. En todos los campos del saber han existido estudiosos dedicados de lleno a esta tarea, y que —sin miedo a exagerar— merecen ser considerados héroes nacionales: pienso, por ejemplo, en los hermanos Méndez Plancarte para el caso de la literatura. Entre estos próceres, que han ido restituyendo nuestro pasado virreinal, los historiadores del arte ocupan un sitio privilegiado: sin la lucidez y diligencia de Manuel Toussaint, Edmundo O’Gorman, Francisco de la Maza o Justino Fernández nuestro pasado —y por tanto nuestro presente— se hallaría ahora mucho más desprovisto y despoblado.
A esta estirpe ilustre, que incluye a algunos que fueron sus maestros, pertenece la recién fallecida Elisa Vargaslugo. Al igual que sus antecesores, cuya infatigable curiosidad y diversidad de intereses los llevaron a explorar por igual la tilma del Tepeyac, los cajones del Parián o los suntuosos arcos triunfales, los estudios de la maestra Vargaslugo se tienden sobre muy diversas áreas del arte de la Nueva España: los follajes de oro de los retablos, la vida y obra de Juan Correa (pintor mulato), o los muros bermejos del Colegio de San Ildefonso. Sin embargo, Elisa Vargaslugo parecía destinada, sobre todo, a revelarnos los secretos y devolvernos el esplendor de La iglesia de Santa Prisca de Taxco, su obra mayor, reeditada en múltiples ocasiones por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM desde 1974. Su trabajo como virreinalista fue integral: además de ayudarnos, gracias a la vasta información histórica, a comprenderlo y valorarlo en su justa dimensión, fundó la Asociación de Amigos de Santa Prisca, dedicada al resguardo y conservación del templo guerrerense.
El nombre de Elisa Vargaslugo, como el de José de la Borda, su ideólogo y constructor, estará para siempre ligado al de Santa Prisca, monumento del Barroco americano. Y como las torres de Santa Prisca, que pueden divisarse desde cualquier callejón empedrado de Taxco, el legado de la sabia historiadora será una suerte de faro, de guía, para todo aquel que en los años venideros emprenda el estudio y rescate de nuestro pasado virreinal.
Retablo Mayor de la Parroquia de Santa Prisca. Taxco Guerrero Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). |
Oculto tras décadas de polvo y de desprecio, el pasado virreinal mexicano ha venido, a lo largo del siglo xx y lo que va del xxi, redescubriéndose y revalorizándose. En todos los campos del saber han existido estudiosos dedicados de lleno a esta tarea, y que —sin miedo a exagerar— merecen ser considerados héroes nacionales: pienso, por ejemplo, en los hermanos Méndez Plancarte para el caso de la literatura. Entre estos próceres, que han ido restituyendo nuestro pasado virreinal, los historiadores del arte ocupan un sitio privilegiado: sin la lucidez y diligencia de Manuel Toussaint, Edmundo O’Gorman, Francisco de la Maza o Justino Fernández nuestro pasado —y por tanto nuestro presente— se hallaría ahora mucho más desprovisto y despoblado.
A esta estirpe ilustre, que incluye a algunos que fueron sus maestros, pertenece la recién fallecida Elisa Vargaslugo. Al igual que sus antecesores, cuya infatigable curiosidad y diversidad de intereses los llevaron a explorar por igual la tilma del Tepeyac, los cajones del Parián o los suntuosos arcos triunfales, los estudios de la maestra Vargaslugo se tienden sobre muy diversas áreas del arte de la Nueva España: los follajes de oro de los retablos, la vida y obra de Juan Correa (pintor mulato), o los muros bermejos del Colegio de San Ildefonso. Sin embargo, Elisa Vargaslugo parecía destinada, sobre todo, a revelarnos los secretos y devolvernos el esplendor de La iglesia de Santa Prisca de Taxco, su obra mayor, reeditada en múltiples ocasiones por el Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM desde 1974. Su trabajo como virreinalista fue integral: además de ayudarnos, gracias a la vasta información histórica, a comprenderlo y valorarlo en su justa dimensión, fundó la Asociación de Amigos de Santa Prisca, dedicada al resguardo y conservación del templo guerrerense.
El nombre de Elisa Vargaslugo, como el de José de la Borda, su ideólogo y constructor, estará para siempre ligado al de Santa Prisca, monumento del Barroco americano. Y como las torres de Santa Prisca, que pueden divisarse desde cualquier callejón empedrado de Taxco, el legado de la sabia historiadora será una suerte de faro, de guía, para todo aquel que en los años venideros emprenda el estudio y rescate de nuestro pasado virreinal.
Comentarios
Publicar un comentario