San Ildefonso en el Tiempo | La Compañía de Jesús bajo el reinado de los Austrias

La Compañía de Jesús en la Nueva España bajo el reinado de los Austrias: una lectura geopolítica


Entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a España en poco más de un siglo y medio excedía tres veces el total de las reservas europeas. Y estas cifras, cortas, no incluyen el contrabando.
Los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible. Ni siquiera los efectos de la conquista de los tesoros persas que Alejandro Magno volcó sobre el mundo helénico podrían compararse con la magnitud de esta formidable contribución de América al progreso ajeno... Como se decía en el siglo XVII: España es como la boca que recibe los alimentos, los mastica, los tritura, para enviarlos enseguida a los demás órganos, y no retiene de ellos por su parte, más que un gusto fugitivo o las partículas que por casualidad se agarran a sus dientes… 
Los españoles tenían la vaca, pero eran otros quienes bebían la leche.

Eduardo Galeano
Las venas abiertas de América Latina

Galeón de Manila, Archivo



Para el siglo XVII, el Imperio Español contaba con un envidiable territorio ultramarino de más de veinte millones de km2, aunque, paradójicamente, fue en esta centuria que se consolidó su grandeza, que si bien se debió al descubrimiento y explotación de los recursos de América, la obsesión de los Austrias por erradicar el protestantismo en los principados y reinos europeos llevó a sus dominios a un desgaste militar y económico en la Guerra de los treinta años, una hemorragia de recursos que no le permitió consolidarse financieramente, pues los embarques de plata sustraídos de los reales mineros del Potosí, Zacatecas y Pachuca, estaban comprometidos mucho antes de ser exportados y la poca o nula generación de un mercado interno, que jamás pasó por la mente de los monarcas y consejeros reales del reino hispánico.

 

La monarquía española, como propagadora y defensora de la fe, fue acreedora por parte de la iglesia del Patronato Real, con la misión de evangelizar a los naturales destas tierras y la que llevó a los procesos de implantación de la administración eclesiástica bajo las figuras de clero secular y regular que implicó el arribo de las órdenes mendicantes. 

 

Sin embargo, el poderío de España se sustentó económicamente con alfileres: la máquina del imperio requería de una estructura organizacional que fue insuficiente por lo inabarcable de sus dominios, lo que se agravaba con una tortuosa burocracia en la que la toma de decisiones, más que proteccionista y promotora del desarrollo interno, se encargó de someter al control y fragmentación de sus territorios a un paternalismo, más que como un aparato de estado imperial eficaz. Las tierras americanas le proveyeron de metales preciosos, una ruta propia y segura que afianzaba su comunicación permanente con Asia a través de la Nao de la China, y todo hacía pensar que el futuro de España sería grandioso: contaba con una armada marítima invencible lo mismo que los llamados tercios españoles, ejército en tierra que amedrentaba a cualquiera que escuchara su nombre.

 

Sin embargo, no fue así: la llegada tardía de la Compañía de Jesús a la Nueva España contribuyó de manera directa en algunas de las acciones que el imperio deseaba fortalecer, como su presencia con el establecimiento de la civilidad a través de las misiones y colegios; los presidios militares necesarios para la defensa de la ruta del tornaviaje del Galeón de Manila y los reales mineros de la ruta de la plata, la pacificación de los territorios que durante décadas fue complejo asimilar, debido a la beligerancia entre los pueblos nómadas a los que llamaron chichimecas; además les correspondió fundar, desarrollar y establecer un sistema de comunicación permanente a través del camino Real de Tierra Adentro, acciones necesarias para afianzar el poderío del imperio español en el norte novohispano.

 

Los destinos de esa compañía, que desde su origen solo rendía cuentas al Papa y —en su caso— al general de orden en turno, fueron motivo de desavenencias y confrontaciones que bajo el reinado de los Habsburgo, que se resolvieron con el otorgamiento del Patronato Real, por parte del monarca Felipe III, a la Compañía de Jesús. El hecho representó no solo una donación imperial que le ganó a la compañía prestigio y avaló su sistema educativo frente a las élites criollas: también sometía a petición del monarca obediencia en la rendición de cuentas y presencia del imperio a través del virrey, con el otorgamiento de las becas en los colegios reales como sucedió en San Ildefonso hasta la expulsión de la orden en el siglo XVIII.

 

Conocido como el Siglo de oro español por el auge y desarrollo en las artes, el espíritu jesuita de la contrarreforma hizo del barroco no solo el primer lenguaje plástico que occidente proyectó de manera global, fueron Las Indias y los territorios de ultramar en donde se hicieron manifiestas las expresiones más elocuentes de belleza y profusión del estilo, con el que se generó un lenguaje cultural propio. La esencia de lo indígena lo impregnó todo y detonó un arte que en todas las disciplinas hizo patente la devoción y arrobamiento de la fe: las escuelas novohispana, de Guatemala, cuzqueña o de Quito —bajo estos nombres hoy se les conoce a estos fenómenos culturales que sucedieron en los virreinatos.

 

El siglo XVII fue para la Compañía el establecimiento y consolidación de su presencia educativa y evangelizadora en la cultura generada en el Virreinato novohispano, y para el imperio español representó la justificación, establecimiento y expansión de su presencia a través de los paradigmas e instituciones en las que descansaba el poder de la monarquía. Sin embargo, los tiempos y las políticas en Europa llevarían al trastocamiento y colapso del imperio de manera vertiginosa al cierre de ese siglo de manera inevitable.

Jesuitas. Archivo de El Colegio de Sinaloa


Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía: 

  • Chevalier, Jean. Historia de los latifundios en México. México, FCE,1997.
  • Decorme, Gerard. La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial (1572- 1767). Tomo I: Fundaciones. México, Porrúa, 1941.
  • El arte de las misiones de la Nueva España 1600-1821. México, ACSI, 2009.
  • Lynch, John. España bajo los Austrias. Barcelona, Critica, 2010.
  • Viqueira Alban, Juan Pedro. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la Ciudad de México durante el siglo de las luces. México, FCE, 2001.

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