San Ildefonso en el Tiempo | Cofradías y devociones jesuitas [II]

Cofradías y devociones jesuitas (II/III)

Todo el poder del rey en las indias no era capaz de aventajar
lo que en esa ocasión había hecho la compañía de Jesús…

Francisco Javier Alegre
 
Paolo Caliari llamado «El Veronés».
Visión de Santa Elena (Sueño de Santa Elena), 1575- 1580. Óleo sobre tela.
“Vaticano: de San Pedro a Francisco, 2018”

Durante la Edad Media, la cohesión cultural de Occidente estuvo resguardada por la iglesia católica apostólica romana. Santos y reliquias sirvieron como argamasa en la construcción del edificio de la Iglesia, ritualista, ceremoniosa e intermediaria en la geopolítica del viejo continente que, con el descubrimiento del Nuevo Mundo y su proceso de asimilación, recurrió a fórmulas ya conocidas desde tiempos del imperio romano, como la suplantación de rituales y divinidades paganas por santos, mártires, devociones y advocaciones.

El clero regular, encargado de la labor evangelizadora y de la suplantación de las creencias de los pueblos americanos, solo consiguió un sincretismo religioso, pues a pesar de la imposición, la resistencia devocional indígena se aferró a mantener rituales y ceremonias que se fusionaron con los preceptos cristianos y que siguen vigentes.

Cuenta la tradición que Elena, la madre del emperador Constantino, abrazó al cristianismo cuando, en sueños, se le reveló la cruz de Cristo. Decidió entonces ir a Tierra Santa en busca de tan preciado objeto y su convicción fue recompensada no solo con el hallazgo del madero, sino también con los clavos y la corona de espinas. De vuelta en Constantinopla, Elena ordenó repartir el madero en múltiples astillas para todas las ciudades de la cristiandad, gracias a lo cual fue santificada. Mucho tiempo después, la celebración de la Santa Cruz (3 de mayo) coincidió sincréticamente con el ciclo agrícola precolombino, que comienza con la siembra de temporal.

El 16 de mayo se celebra a San Juan Nepomuceno, el santo guardián del secreto de confesión en contra de la injuria. El quinto viernes posterior a la crucifixión, se conmemora la fiesta del pentecostés, momento en el que los apóstoles adquieren el don de la palabra para ir y predicar la buena nueva, según atestigua el lienzo de gran formato en la sacristía del Colegio de San Ildefonso, realizado en 1762 por el maestro Francisco Antonio Vallejo.

Durante el mes de junio había celebraciones como la de Corpus Christi (el día 24); la de San Juan Bautista (el 25), y la del Sagrado Corazón de Jesús (el 26), la cofradía más numerosa de la Nueva España, que recordaba la devoción de Margarita María Alacoque, monja francesa de finales del siglo XVII.

Resguardado en una custodia, el cuerpo de Cristo era transportado por suntuosas procesiones a las que acudían todos los estamentos y gremios novohispanos; los balcones de las casas se adornaban con cadenas de flores y tapetes y, en la plaza mayor, se vendían mulas de barro y palma. Los plateros eran los más socorridos en la elaboración de custodias engarzadas de piedras preciosas, cruces y cálices.

Cuando se realizaron las celebraciones por la colocación de las reliquias de San Pedro y San Pablo en el homónimo colegio jesuita, entre el 29 y 30 de junio de 1578, fue tal el festejo y algarabía que los jesuitas levantaron cinco arcos revestidos de gran belleza. El virrey mandó traer a los principales caciques de los pueblos aledaños, quienes acudieron en procesión al llamado con los santos patronos de cada pueblo. El resultado fue una gran fiesta en toda la ciudad, según revela el padre Javier Alegre.

En la obra pictórica realizada por Vallejo en San Ildefonso, se encuentra igualmente a Santa María Magdalena y a Santa Ana, la abuela de Jesús. Sus respectivas conmemoraciones se realizaban los días 22 y 26 de julio. Por su parte, el último día del mes se recordaba la muerte del padre fundador, Ignacio de Loyola. Con ello, el gremio de impresores cobraba relevancia con la reproducción de libros de oraciones y rosarios.

En agosto, la Asunción de la Virgen María y los jesuitas impartían profusas misas en las que el atavío litúrgico hacía gala de la destreza del gremio de los bordadores, quienes se daban a la tarea de aderezar con recamados y entorchados en hilos de oro y plata, mitras, casullas y ajuares completos.

Con lo aprendido, la sociedad novohispana demostró su ferviente devoción; la suntuosidad, cuya única finalidad era la exaltación de lo sagrado, la confirmaban los integrantes de los gremios con el dominio de su oficio.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.



Bibliografía:
  • Chevalier, Jean. Historia de los latifundios en México. México. F.C.E. 1997.
  • Decorme, Gerard. La Obra de los Jesuitas mexicanos durante la época colonial. 1572- 1767. Tomo I, Fundaciones, México, Porrúa, 1941.
  • El Arte de las Misiones de la Nueva España 1600-1821. México, ACSI, 2009.
  • Gonzalbo Aizpuru, Pilar. Educación, familia y vida cotidiana en el México Virreinal. México, COLMEX, 2013.
  • Sellner Christian, Albert. Calendario Perpetuo de los Santos. España, Edhasa, 1994.
  • Vargas Lugo Elisa. “El Real y Más Antiguo Colegio de San Ildefonso”, en Antiguo Colegio de San Ildefonso, México, NAFIN, 1997.
  • Viqueíra Alban, Juan Pedro. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la Ciudad de México durante el siglo de las luces. México, F.C.E. 2001.
 
¿Quieres saber más sobre el Colegio de San Ildefonso?

    

Comentarios

Destacados