San Ildefonso en el Tiempo | La Sillería del coro [III]
La sillería del convento de San Agustín en el Colegio Jesuita de San Ildefonso. Una aproximación iconográfica (III/III)
La narrativa escultórica de la sillería del convento de San Agustín cumplía dos propósitos: por un
lado, era funcional con la orden y, por otro, con los resabios doctrinales que,
tras la conclusión del concilio de Trento en la segunda mitad del siglo XVI,
debían acatar tanto el clero secular y regular, como todo el orbe cristiano.
Las guerras religiosas en Europa y el temor a que estas se propagaran en el Nuevo Mundo debía evitarse a toda costa con estricta observancia y permanente difusión de los estatutos del Concilio. Por ello, cada pasaje seleccionado en la sillería contiene un sentido litúrgico: al momento de utilizarla, los integrantes de la orden tenían presente toda la historia. No por mera casualidad, el posicionamiento ortogonal del salón, dispuesto de oriente a poniente, coincide con el sitio del coro en el convento, según el milenarismo que planteaba que Jesús habría de venir con el sol, mientras que el juicio final llegaría por el otro extremo.
Se puede decir que la sillería es una Biblia de cedro: su factura excepcional, la selección de los pasajes y su narrativa se sujeta a la expulsión del paraíso, sinónimo de desobediencia; el sacrificio de Isaac, símbolo de fe ciega; la torre de babel, la soberbia humana; el juicio del rey Salomón, símbolo de justicia determinante; los cuatro jinetes del apocalipsis, ejemplo de la ira de Dios, y la gran ramera sentada sobre siete montes es la representación de todas las concupiscencias en la Tierra.
El grafismo del que Tomas Xuárez y Salvador de Ocampo abrevaron para la talla de cada panel está inmerso en ese ambiente del siglo XVI, entre el caos apocalíptico y la narrativa del concilio tridentino que dictaban puntal observancia en la representación de las imágenes. Animales como camellos, leones, peces y demás, parecen surgir de los bestiarios medievales que ellos replicaban sin precisión alguna. Los grutescos de cabezas de león rugiente tallados bajo los sillares, que se levantan y bajan a discrecionalidad, son conocidos como misericordias. Su nombre viene de que estos modillones funcionaban como recargaderas para los viejos integrantes de la orden que, a la hora de los himnos y cantos litúrgicos, no resistían seguir de pie.
Las guerras religiosas en Europa y el temor a que estas se propagaran en el Nuevo Mundo debía evitarse a toda costa con estricta observancia y permanente difusión de los estatutos del Concilio. Por ello, cada pasaje seleccionado en la sillería contiene un sentido litúrgico: al momento de utilizarla, los integrantes de la orden tenían presente toda la historia. No por mera casualidad, el posicionamiento ortogonal del salón, dispuesto de oriente a poniente, coincide con el sitio del coro en el convento, según el milenarismo que planteaba que Jesús habría de venir con el sol, mientras que el juicio final llegaría por el otro extremo.
Se puede decir que la sillería es una Biblia de cedro: su factura excepcional, la selección de los pasajes y su narrativa se sujeta a la expulsión del paraíso, sinónimo de desobediencia; el sacrificio de Isaac, símbolo de fe ciega; la torre de babel, la soberbia humana; el juicio del rey Salomón, símbolo de justicia determinante; los cuatro jinetes del apocalipsis, ejemplo de la ira de Dios, y la gran ramera sentada sobre siete montes es la representación de todas las concupiscencias en la Tierra.
El grafismo del que Tomas Xuárez y Salvador de Ocampo abrevaron para la talla de cada panel está inmerso en ese ambiente del siglo XVI, entre el caos apocalíptico y la narrativa del concilio tridentino que dictaban puntal observancia en la representación de las imágenes. Animales como camellos, leones, peces y demás, parecen surgir de los bestiarios medievales que ellos replicaban sin precisión alguna. Los grutescos de cabezas de león rugiente tallados bajo los sillares, que se levantan y bajan a discrecionalidad, son conocidos como misericordias. Su nombre viene de que estos modillones funcionaban como recargaderas para los viejos integrantes de la orden que, a la hora de los himnos y cantos litúrgicos, no resistían seguir de pie.
Jonatan Chávez
Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del
Colegio de San Ildefonso.
Bibliografía:
- Boorstin, Daniel J. Los Creadores. España, CRÍTICA, 2005.
- Maquívar, Ma. Del Consuelo. La Sillería de El Generalito en Antiguo Colegio de San Ildefonso. México, NAFIN, 1997.
- Martínez Assad, Carlos. La Sillería de San Agustín. México, UNAM, 2017.
- Osborne, Roger. Civilización, Una historia crítica del mundo occidental. España. Crítica, 2006.
- San Agustín. La Ciudad de Dios. México, Porrúa, 2003.
- San Agustín. Confesiones. México, Porrúa, 2003.
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