San Ildefonso en el Tiempo | Colegios y misiones jesuitas en el virreinato de la Nueva España

Colegios y misiones jesuitas en el virreinato de la Nueva España


Están tres colegios hechos, los dos tienen casa de propiedad y el otro es alquilado, y hay en ellos mucha cantidad de colegiales además de los que andan con el hábito de convictores, y los otros viven en clausura, poniéndoles rectores muy bastantes y están pegados los tres colegios a su casa y tienen puerta por dentro, pasan todos a oír las lecciones que se leen en su casa y tienen grandes conferencias y ejercicios y gran orden de todo, que en esto no creo les hagan ventaja los de Alcalá.

Fragmento de una carta del virrey Martin Enríquez de Almanza al Rey. 20 de marzo de 1576.

Miguel Cabrera, Patrocinio de San José a la compañía de Jesús
Óleo sobre tela, siglo XVIII
Museo Regional de Guadalajara
Foto: Sergio Garibay
Los colegios, también denominados residencias, fueron necesarios desde el origen de la orden, pues en ellos se educaba a los futuros misioneros. En la Nueva España, luego de la fundación del Colegio de San Pedro y San Pablo, San Gregorio, San Miguel, San Bernardo, y tras la instrucción del Padre Claudio Acquaviva de fusionar aquellas células educativas en estructuras mayores, nació en 1583 el Colegio de San Ildefonso. La cédula avalada por el virrey Martín Manríquez de Almanza en 1588, marcó la consolidación de los jesuitas en la educación de la sociedad virreinal.

Antes de finalizar el siglo XVI, existieron más de una docena de colegios-residencias jesuitas dispersos por las ciudades más destacadas del virreinato: San Nicolás, en Valladolid (1580); Espíritu Santo, en Puebla (1578); Pátzcuaro (1573); Antequera, hoy Oaxaca (1574); un enclave muy importante en Filipinas (1581); más tarde, Guadalajara (1586); Zacatecas (1590), Durango (1593), y una más en Asia.

Podría decirse que fundar misiones era el primer paso, pero mantenerlas era la mayor dificultad. Los indios del norte eran seminómadas, trashumantes y, en muchos casos, renuentes a establecerse; incluso, muchas de esas misiones estuvieron expuestas al exterminio, lo que originó el establecimiento de presidios militares que acudían a su ayuda cuando se encontraban en riesgo. En diversas ocasiones, el auxilio tardío llevó a la refundación de más de una.

La presencia jesuita en la Nueva España vino a fortalecer lo que durante las primeras décadas del siglo XVI habían iniciado las órdenes mendicantes, como los franciscanos, los agustinos y los dominicos; incluso contribuyó al replanteamiento de la labor evangelizadora desde un enfoque más humanista y con un sentido de integración del orbe indiano.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.


Bibliografía:

  • Chevalier, Jean. Historia de los latifundios en México. México, F.C.E. 1997.
  • Décorme, Gerard. La obra de los jesuitas mexicanos durante la época colonial. 1572- 1767. Tomo I, Fundaciones. México, Porrúa, 1941.
  • El arte de las misiones de la Nueva España 1600-1821. México, ACSI, 2009.
  • Gonzalbo Aizpuru, Pilar. Educación, familia y vida cotidiana en el México virreinal. México, Colmex, 2013.
  • Sellner Christian, Albert. Calendario perpetuo de los santos. Barcelona, Edhasa, 1994.
  • Vargas Lugo, Elisa. El Real y más Antiguo Colegio de San Ildefonso. en Antiguo Colegio de San Ildefonso, México, NAFIN, 1997.
  • Viqueira Alban, Juan Pedro. ¿Relajados o reprimidos? Diversiones públicas y vida social en la Ciudad de México durante el siglo de las luces. México, F.C.E., 2001.

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