Maestros Muralistas | La construcción del lenguaje de la Revolución en los murales de San Ildefonso
La construcción del lenguaje de la Revolución en los murales de San Ildefonso
Conseguimos crear el mar y no copiar el mar; así conseguimos dar la mejor síntesis humana mental del mar, la abstracción imaginativa del recuerdo del mar y no el intento pueril, ridículo, miserable de la “instantánea” descriptiva del mar. Así fue más tarde perfectamente posible agregar al tumulto plástico que nos daba la nueva técnica, los símbolos que deberían completar el tema y el contenido político de nuestra obra...
David Alfaro Siqueiros
José Clemente Orozco. Sin título, 1926-1927. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, 2020 |
La Revolución mexicana fue el referente ideológico directo del muralismo, el cual también abrevó de ideologías coexistentes como el anarquismo y el socialismo, así como de postulados de una sociedad polarizada y politizada, como la justicia social o el lema tierra y libertad. El arte que resultó del levantamiento armado debía ser congruente, por lo que los artistas apostaron por un arte social para todos.
Pero el muralismo no solo se enfocó en lo sucedido en México: casi todos los pintores estuvieron en contacto con lo que ocurría en otras partes, gracias a estancias, estudios o por su propio origen. Al mismo tiempo, participaron activamente en organizaciones políticas, sociedades o grupos de intelectuales, e incluso conformaron sindicatos de artistas.
Los artistas opinaron sobre la Revolución rusa y las posturas de ultraderecha con posiciones políticas controvertidas, sin embargo, en su proceso de creación, y con una perspectiva social, se dieron a la tarea de ejecutar constructos simbólicos asociados a la igualdad y a la justicia social.
Aún se pueden ver entre las arcadas representaciones de la hoz y el martillo, símbolos del trabajo colectivo de obreros y campesinos dentro del mundo socialista; manos que hacen anotaciones sobre libros en blanco, alusiones al derecho a la educación para todos; cruces colocadas sobre serpientes, amalgama sincrética de la conquista espiritual del nuevo mundo; jóvenes que traspasan ventanas como si pretendieran hacer una conexión entre ese pasado, resultado de un proceso cultural complejo y diverso, y el presente de un país en construcción, emergido de una guerra provocada por la desigualdad, la falta de oportunidades y derechos, que debía atender las demandas de justicia, educación, salud y libertad.
Fuerza y dinamismo están presentes en la composición de los murales. Paletas cromáticas como la de José Clemente Orozco, terrosa y cálida, evocan la lucha social, el sacrificio de los bandos confrontados, el color de tierra y los magueyes cercenados, un elemento recurrente del pasado milenario interrumpido de manera abrupta, mas no extinto.
Los últimos murales ejecutados por Orozco, como La sed y Los constructores, son metáforas de la necesidad apremiante de educación, igualdad y justicia. El manantial simboliza la posibilidad de que la tierra, bien administrada, puede dar generosamente a todos; mientras que los ingenieros, un grupo de hombres con palas y planos, están determinados a construir un país en el que todo está por emerger.
La Revolución se erigió sobre la base de una identidad trinitaria, en otros tiempos sagrada, ahora social y colectiva: el soldado, el obrero y el campesino. La trinidad revolucionaria de Orozco, representada en el patio principal, constituye una crítica a la enajenación y a la polarización de las posturas políticas, y una evocación de la nueva sociedad sobre la que se construirá lo nuevo; pero también deja ver que lo antaño se niega a morir, pues los burgueses simbolizan la amenaza que seguirá ahí.
Con El entierro del obrero, David Alfaro Siqueiros no solo realiza un homenaje a las luchas sociales: también representa la memoria colectiva, el pasado precolombino visible en las caracolas y lenguas de fuego en los puntos cardinales y en la tierra, evidencia de la persistente búsqueda de símbolos propios, lejanos y distintos a Occidente, los cuales dejó en la Preparatoria como uno de los objetivos de su obra.
Jean Charlot representó una batalla en la antesala de una revolución cultural, resultado de la conquista militar, más tarde espiritual y al final social, que sentó las bases de una sociedad constituida sobre dos cimientos: el indígena, propio de la tierra mexicana, y el europeo, invasor y dominante.
En Los danzantes de Chalma, Fernando Leal representó a campesinos en un ritual milenario, aún vigente; ellos son la imagen de una revolución silente, cuya mayor virtud reside en la resistencia del mundo indígena.
Ramón Alva de la Canal, con su Desembarco de la cruz, también representó la antesala de una revolución: la cruz no solo es un símbolo, sino también un instrumento de cambio que revolucionó al mundo conocido por los habitantes originarios de estas tierras.
La alegoría de la virgen de Guadalupe interpreta convincentemente la revolución cultural ocurrida con la llegada de los españoles. Fermín Revueltas expresó la idea de que en la figura de una virgen morena se consiguió lo que hasta entonces no se había logrado: amalgamar en la creencia y devoción a una sociedad heterogénea y con evidentes asimetrías.
Finalmente, en La creación, Diego Rivera detona su propia revolución con el proyecto que le fue encomendado. Ejecutó su mural con la técnica milenaria de la encáustica, la cual renovó con el uso del copal, material que remplazó a la cera de abeja. El discurso del mural cambia la lectura del orden universal que pretendió integrar la creación estética de un nuevo territorio a partir de ideas pitagóricas.
La Revolución mexicana originó una revolución plástica, estética, ideológica y simbólica. Con ella se pretendió transformar a toda una sociedad que así lo demandaba, y fueron los artistas quienes se dieron a la tarea de abrir esos caminos.
Jonatan Chávez
Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del
Colegio de San Ildefonso.
Bibliografía:
- Matute, Álvaro. La revolución mexicana: actores, escenarios y acciones. Vida cultural y política 1901-1929. México, Editorial Océano, 2002.
- Ramírez, Fausto. Modernización y modernismo en el arte mexicano. México, UNAM, 2008.
- Roura, Alma Lilia. Olor a tierra en los muros. México, Educal, 2010.
- Tibol, Raquel. Cuadernos de Orozco. México, F.C.E., 2010.
- Tibol, Raquel. José Clemente Orozco: una vida para el arte. Breve historia documental. México, F.C.E., 2009.
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