Memoria Compartida | Discurso en apertura de la Universidad Nacional de México

Justo Sierra. Discurso en apertura de la Universidad Nacional de México en San Ildefonso


La mañana del 22 de septiembre de 1910, Justo Sierra vio cumplido al fin su deseo: la Universidad Nacional de México se inauguraba en el Anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria, instalada desde 1867 en el edificio jesuita del Colegio de San Ildefonso.

Al evento asistieron políticos e intelectuales mexicanos y representantes de importantes universidades como París, California, Oxford, Yale, Génova, La Habana, Oviedo, Texas, Washington, Berlín y el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

En el extenso discurso de Justo Sierra, mencionó lo siguiente:

¿Tenemos una historia? No. La universidad que nace hoy no tiene árbol genealógico, tiene raíces, sí; en una imperiosa necesidad de organizarse, que revela en todas las manifestaciones la mentalidad nacional y por eso apenas brota del suelo el vástago, cuando al primer beso del sol de la patria se cubre de renuevo y yemas, nuncios de frondas y flores, de frutos. Ya es fuerte lo sentimos: fara da se.

El ministro de educación y cultura del régimen porfirista había concebido la idea de una “nueva Universidad” desde 1881, sin embargo, esta propuesta levantó una sonada controversia en los círculos políticos. El gobierno se sentía orgulloso de emanar del Estado liberal establecido en 1867; esto implicaba que en la memoria política, la propia universidad era el símbolo de todo aquello contra lo que se había luchado durante un siglo. La opresión impuesta por trescientos años de dominio extranjero provocó un rechazo a ultranza de todas las instituciones que habían emanado de ella, incluida la universidad, por lo que, antes de pretender reformarla prefirieron anularla en 1833.

El 22 de septiembre, Porfirio Díaz dio por inaugurada la Universidad Nacional de México; Joaquín Eguía Lis fue presentado como el primer rector de la institución, se le otorgó el Honoris causa por los servicios prestados a la patria en el campo de las ciencias y humanidades, y al medio día se consagró una nueva universidad.

La apertura de la Universidad en San Ildefonso no solo obedeció a un protocolo de Estado, pues con la inauguración de un recinto que reunía lo más evolucionado de la arquitectura, los significados de modernidad adquirían un gran peso, puesto que la E.N.P, era la institución más sólida y congruente con los postulados de su época: su origen era laico, además de que tanto su estructura y currícula partían de los principios del método positivista.

La apertura de la Universidad no podía haber sido de otra manera ni en otro lugar que no fuera San Ildefonso por dos razones: la primera ya mencionada, la preparatoria era un bastión de modernidad liberal; la segunda, Justo Sierra veía en el diseño institucional de una universidad moderna, la continuidad de un modelo educativo efectivo, pero de calidad mundial, mexicanizar la ciencia, como le llamaba él mismo. La investigadora Gloria Villegas refiere que, Justo Sierra incluso envió a su subsecretario Ezequiel A. Chávez a distintas universidades del exterior para conocer los modelos más avanzados y tomar las mejores referencias. Este acto devela a un ministro que además de poeta y periodista era un gran observador que auspiciaba la idea del cambio necesario para México.

Sin duda alguna, los destinos de ambas instituciones siguen vinculados; han evolucionado según la forma de los tiempos, son pilares esenciales de la educación de México. Finalmente, así como la Escuela Nacional Preparatoria fue la antesala de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Colegio de San Ildefonso se conecta con ambas como la cuna y cimiento, la raíz que vinculó pasado, modernidad y presente.

Jonatan Chávez

Historiador y Coordinador de Voluntariado y Servicios al Público del Colegio de San Ildefonso.



Bibliografía:
  • Gutiérrez, Lucinda, et al. Maravillas y Curiosidades. Mundos inéditos de la Universidad. México, UNAM, 2004.
  • Los 100 años de la UNAM. México, La Jornada Ediciones, 2010.
  • Matute, Álvaro. La revolución mexicana: actores, escenarios y acciones. Vida Cultural y política 1901-1929. México, Océano, 2002.

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